domingo, 7 de febrero de 2016

Dejar una huella en los demás

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Mi nombre es Tomás, soy de Buenos Aires y en noviembre del año pasado realicé un voluntariado en Rumanía que me cambió la vida. Porque si hay algo que creo en la vida es que hay que dejar una huella en el corazón de los demás, dejar recuerdos positivos, alegres, de crecimiento, llenos de aprendizajes, momentos mágicos.
Bajo esta premisa me lancé a un proyecto llamado “Grow”, donde tomé el rol de “Trainer”. El mismo constaba de dar sesiones de educación no formal a chicos de edad de secundario, lo cual era muy desafiante y serio, por lo tanto tenía que estar a la altura de las expectativas. Afortunadamente, lo primero que hice fue asistir a una conferencia de preparación que duraba cinco días y ahí conocí al resto de los trainers de otras ciudades.
Esta experiencia me permitió crecer muchísimo. Me dispuse a trabajar en mis sesiones, dí todo lo mejor de mí. Me esforcé tanto que fui públicamente reconocido en frente de todos los trainers porque logré realizar un gran trabajo. Ese gesto fue muy lindo, y creo que ahí empecé a conocer mi vocación. Tenía dos compañeros que pronto se convirtieron en mis grandes amigos, mi hermano de Brasil ‘Lucas Moura’ y mi gran amiga de Taiwan  ‘Lee Chin Miao’ (la cual llamábamos Miao porque la pronunciación real de su nombre era imposible). Fue un regalo muy lindo conocerlos y jamás olvidaré todo lo que aprendí de sus culturas, de las distintas formas de ver al mundo.
A lo largo de las semanas, fueron pasando las sesiones y poco a poco me fui soltando. Recuerdo cada momento como un tesoro dentro de mi corazón. Pienso que ese valor agregado que tiene la persona que se va de intercambio, que es el ser distinto, fue lo que más les llamó la atención, porque somos personas soñadoras que creen que el mundo va a ser mejor si ponemos nuestro pequeñísimo granito de arena, ya sea en Brasil, Rumanía o Buenos Aires.
Recuerdo que tuvimos dos sesiones MUY fuertes. Una en conjunto con mis amigos internacionales donde hablamos de la felicidad, de cómo ser felices con uno mismo, con sus ideales y con respeto por los demás, fue muy linda la verdad. Y otra en la que comenzamos con una pregunta clave: ¿Quién quiero ser?  Hablamos mucho de los sueños, de cómo a medida que pasa el tiempo uno se va olvidando de ellos, y luego, dentro de la misma sesión, tuvimos una dinámica con una guitarra, en la que hicimos un viaje en el tiempo para recordar esos sueños de pequeños, todos lloraron y se prometieron a ellos mismos que nunca iban a renunciar a ellos.
Creo que dejé una huella en sus corazones… pero nadie se imagina lo que cambió mi corazón. De verdad lo transformaron, me ablandaron mucho. Hasta ahora conté mucho las cosas que hice, pero lo que ellos hicieron por mí fue hermoso. Se dispusieron a escucharme, entenderme, darme su confianza y amor. La mitad de mi valija eran recuerdos de momentos juntos o regalos que me hicieron. Pero el regalo más grande fue ver la forma en que sus mentes cambiaron después de las seis semanas que estuvimos, fue espectacular. Y precisamente ver que ellos no iban a renunciar nunca a sus sueños, me hizo reflexionar a mí respecto a los míos. Y si ya creía haber descubierto mi vocación en la conferencia, durante las sesiones la reconfirmé, quiero cambiar vidas, cambiar el mundo, dando charlas, conferencias, sesiones, clases. Todavía no sé cómo lo voy a hacer pero les prometí a esos 80 chicos y a mí mismo, que lo iba a hacer, que no iba a renunciar a mis sueños, que no iba a renunciar a mí mismo.

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