martes, 6 de octubre de 2015

El hippismo ético en los negocios

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Esta es la historia de un hippie sesentista que se convirtió en un empresario exitoso utilizando la moral y la ética en los negocios
Esta es la historia de un hippie sesentista que se convirtió en un empresario exitoso utilizando la moral y la ética en los negocios: Isaac Tigrett.
Isaac creció en una rica familia sureña de los EE.UU. en un pueblo donde el 90% de los habitantes eran negros. En aquellos años, la segregación racial reinaba en las ciudades del sur, lo cual ofendía profundamente al sensible adolescente. Cuando sus padres se divorciaron, decidió ir con su padre a Inglaterra y, acorde con la conciencia social de la época optó por no ir a la Universidad para trabajar en la fábrica de su padre. Allí lideró una huelga ilegal de trabajadores para protestar por el exceso de ruido. “¡Esas máquinas en la fábrica de mi padre hacían tanto ruido que la gente se estaba quedando sorda, y los patrones ni siquiera los escuchaban! La ironía es: Quédate sordo y el jefe no oirá” . Después de la experiencia paterna, se dedicó a comprar Rolls Royce usados y venderlos en EE.UU., pero su conciencia social seguía latiendo.
Por entonces, en Inglaterra regía el severo régimen victoriano que impedía que personas de diferentes clases sociales tuvieran algún contacto. “En Londres no había literalmente ningún lugar donde un panadero y un bancario pudieran encontrarse a conversar. Cada uno tenía su propio establecimiento para comer, su club o bar; simplemente jamás se reunían. Quise romper ese sistema” . Entonces decidió abrir con un amigo, un restaurante que no perteneciera a ninguna clase social.
En aquellos años, Londres era el centro mundial de una nueva conciencia, una suerte de cuartel general del pensamiento transformador; movimiento liderado por jóvenes para los jóvenes, y que hacían de la música un estandarte.
Isaac y su socio abrieron, en el exclusivo barrio de Mayfair el primer restaurante estadounidense en Inglaterra y, como forma de hacer oír su protesta por el sistema social imperante, lo diseñaron como una parada de camioneros de Tennessee y lo llamaron: Hard Rock Café.
El éxito fue inmediato: banqueros, panaderos, ejecutivos, obreros, oficinistas, taxistas, hacían cola por igual para tener una mesa. Y los héroes del momento se hacieron asiduos habitúes: Jimy Hendrix, The Rolling Stones, The Beatles, Cream, y muchos más.
La ética en los negocios
Los medios se hicieron eco del suceso del Hard Rock Cafe
Isaac no tenía idea de cómo administrar un restaurante y como estrategia decidió escuchar su corazón. Personalmente se ocupó de reclutar el personal para conformar lo que denominó “Mi colección Arco Iris” pues sus empleados provenían de todas partes del mundo y hablaban más de 25 lenguas nativas. Los fines de semana había “reuniones familiares” , tal como llamaban a las reuniones de personal. En esas reuniones se estableció la estrategia por seguir: “Bondad, calidad a través de la cortesía, ausencia de clases y amistad. Queremos que el lugar destile amor ”.
Otro acto revolucionario en los negocios fue establecer el primer plan de participación en las utilidades de un restaurante en Inglaterra. Las ganancias se repartían entre los empleados sobre la base de un esquema de puntaje que incluía amabilidad y espíritu de servicio, entre otros puntos. Y para poner en acción su política igualitaria se transformó en uno de los primeros empresarios que abonaban a las mujeres el mismo salario que los hombres.
Pero su arma más poderosa fue la ética en los negocios: “En todos los Hard Rock Café del mundo, los empleados tenían mi número de teléfono directo y sabían que podían contactarse directamente conmigo en cualquier momento. Los empleados y yo teníamos una relación especial. Por ejemplo, al gerente de personal le di autoridad para sobrepasar al gerente general, por ejemplo, en materia de corazón y cortesía común; corregir errores en cheques de sueldo y pagar en el acto esas diferencias, otorgar anticipo de vacaciones; etc. Para nosotros el respeto era importante, los respetábamos y esperábamos que ellos nos respetaran”.
El cliente ocupaba un pedestal de honor en el restaurante. Debido al éxito, la gente hacía cola en las puertas del local, entonces, tuvieron una idea genial: “Decidimos extender el restaurante hasta el final de la cola, donde quiera que ésta llegara. Designamos un “Maitre de cola” que estaba todo el tiempo afuera tratando de que la gente se sintiera más a gusto. Los días de lluvia repartía paraguas, en el verano té helado y los días de frío, chocolate o sopa”.
“Ser parte de la familia del Hard Rock Café era una terapia para los empleados. Aun si provenían de una historia violenta aquí se los amaba y a su vez, ellos también amaban, pues la gente siempre reacciona así. Yo empleaba a los que nadie quería tomar y en 6 o 7 meses eran otras personas. Enseguida me di cuenta de que estábamos creando buenas costumbres, pues de las costumbres surgen los éxitos y los fracasos. De manera que resolví crear buenos hábitos; de allí se graduaron muchas almas bondadosas”.
La influencia que alcanzó el negocio llevó a Isaac a imprimir mensajes en los cheques de sueldo, cajas de fósforos y remeras; y se inspiró en pequeños aforismos que aprendió en sus viajes por la India, del tipo “Ama a todos, sirve a todos”,“Ayuda siempre, no dañes jamás”“Comienza el día con amor”,“Haz el bien, ve el bien, piensa el bien” y otras por el estilo.“Vendí millones de productos con estas frases a diferentes tipos de personas, algunas de ellas muy agresivas ¡Aquello debe haber logrado algo bueno!”
Y vaya si lo logró. En 1990 tras haber instalado el concepto y la marca Hard Rock Café en todo el mundo, Tigrett y su socio vendieron la cadena y en su bolsillo quedaron U$s 107 millones, de los cuales destinó un porcentaje mayoritario a obras de servicio a la comunidad y a la apertura de su nuevo emprendimiento: Blues Café.
Años después se retiró de la compañía y actualmente lidera de The Bozo Project

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