domingo, 12 de abril de 2015

Shakespeare: el gran neurólogo

http://www.lagaceta.com.ar/nota/592788/la-gaceta-literaria/shakespeare-gran-neurologo.html 
El autor de Hamlet describe, a través de sus personajes, no sólo profundos estados del ser, sino enfermedades del alma o males como la depresión, la demencia, las cefaleas, la epilepsia y otras patologías que son, en la actualidad, materia de las neurociencias.
EL BARDO DE AVON. William Shakespeare, el escritor más importante de la lengua inglesa, publicó Romeo y Julieta en 1595. heshakespearestandard.com
Recuerdo que yo tendría diez años cuando mis padres decidieron que ya era hora para comenzar a leer literatura “seria”. Lo primero que pusieron entre mis manos fue un tomo encuadernado, con tapas duras, de color rojo: Romeo y Julieta, de Shakespeare, en versión rumana.

Más que el estilo, que me atrapó por sus extraños giros, lo que me impresionó era el doble suicidio de los enamorados, y creo que fue desde esa edad que me quedó grabada en la memoria, una especie de halo trágico, lleno de malentendidos y descontrol, rodeando al amor.

Ignoraba en aquel entonces que varias décadas después, en el salón de la residencia del embajador británico en la Argentina, Dr. John Freeman, escucharía la interesantísima master class del Dr. Facundo Manes (en el marco del 450º aniversario del nacimiento del autor), titulada Shakespeare y las Neurociencias: The book of your Brain. Ignoraba que esa clase estaría ilustrada con citas de distintas obras del genial escritor, leídas estupendamente por la actriz, periodista y escritora Cristina Pérez, y entre las cuales se hallarían fragmentos de aquella primera lectura “seria” de mi infancia.

Fue realmente conmovedor encontrar las palabras que Shakespeare pone en boca de sus personajes y que describen no sólo profundos estados del ser, sino enfermedades del alma o males como la depresión, la demencia, las cefaleas, la epilepsia y otras patologías que son materia de las neurociencias hoy.

Por eso Manes, autor del libro Usar el cerebro, definió a Shakespeare como “un gran neurólogo”. Además, los protagonistas del Festival Shakespeare en Buenos Aires (cuyo director es Patricio Orozco), coincidieron en que, para nuestro país, Shakespeare “es argentino”.

Manes estableció una diferenciación entre las ciencias y el arte. Dijo que la ciencia asevera, mientras el arte promueve la duda, la ambigüedad, los significados múltiples. El cerebro existe desde hace millones de años, mientras que la lecto-escritura nació hace unos 4.000 o 5.000 años.

El cerebro, según su visión, es la estructura más compleja que se conozca.

Hay varias clases de memoria. Y las emociones son las que determinan si un hecho va a ser recordado por nosotros o no. “Olvidamos casi todo -dijo Manes-. Pero recordamos lo que nos emociona”. El olvido no es pasivo, uno gasta energía al olvidar. La parte frontal del cerebro inhibe la memoria. Recordar nos protege muchas veces de lo que vivimos como una amenaza. Una manera dramática de recordarlo todo, sin excepción, está reflejada en el cuento de Borges, Funes el memorioso.

Emociones
Somos seres emocionales. Le escapamos al peligro y buscamos el placer, la felicidad. Hay emociones primarias como la alegría, la ira, la tristeza, el odio, etcétera, que no dependen de la cultura. Las emociones son las que guían, luego, la toma de decisiones.

El cerebro sería así el origen de nuestras emociones y el corazón la víctima.

La ira y la hostilidad son las que provocan, muchas veces, enfermedades cardíacas. Detrás de la furia, estaría el miedo. La furia sería, en última instancia, no tener miedo a fuerza de tenerlo. Esos miedos, exteriorizados en agresión, llevarían también a conductas controladoras. La ira va hermanada con la capacidad de controlar (Para lo expuesto, Cristina Pérez, madrina del Festival Shakespeare, leyó, entre otros, fragmentos de La Tempestad, del Rey Lear y de Ricardo III).

Así llegábamos al aspecto moral, ético, centrado en nuestro interés con respecto al de los demás. A la presión social y, también, a la conducta psicopática. A los dos tipos de agresiones, señalados por el orador: la premeditada y la impulsiva.

En el arte, aparece como básico el trastorno psíquico. En las enfermedades mentales, no hay un gen –dijo Manes-, sino factores de riesgo. Se refirió al amor, como experiencia que involucraría los sistemas cerebrales de recompensa. “El amor modifica el cerebro”, afirmó. “Activa los sistemas de recompensa y desactiva los otros, los negativos”. En el amor, se suspenden la crítica, el juicio. No existe el miedo. Se activan en el cerebro las hormonas como la dopamina (que produce placer, deseo, adicción, bienestar), la serotonina y la adrenalina.

Escuchamos, referidos a estos temas, fragmentos de Romeo y Julieta, y de Antonio y Cleopatra.

Manes concluyó su clase centrándose en la creatividad y aceptando que las neurociencias no saben cómo se genera ésta. Pero que sí observan varios pasos en el proceso creativo: primeramente, la obsesión por un tema (el llamado “pensamiento obsesivo”), luego una fase de relajación; cierta dosis de locura; la pérdida del miedo a equivocarse y los factores socio-culturales. De esta forma, a través del arte, se construye un universo nuevo.

De esta manera, también, todos los presentes tuvimos una idea sobre cómo Shakespeare incluyó las neurociencias en sus obras y cómo las neurociencias leen hoy a Shakespeare.

En breve, se realizará en laboratorio una investigación donde se estudiará el impacto de Shakespeare en la mente humana, anunció Manes.

En el mismo acto, el ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, entregó los Premios Shakespeare a distintas personalidades de ligadas a la actividad teatral: María Comesaña, Agustín Alezzo, Kive Staif, Osvaldo Quiroga, Jorge Dubatti.

Hamlet
Cuando salí de la Embajada Británica, acompañada aún por una delicada música isabelina, me encontré en la calle con los problemas y obstáculos que la vida diaria plantea a cada paso. Y entonces, recordé una frase de Hamlet que tanto tenía que ver con lo que acababa de aprender: No hay nada bueno, ni malo, sino que es nuestra mente que lo hace así.

© LA GACETA

Alina Diaconú - Escritora y  columnista de distintos medios.  Autora de Avatar, entre otros libros.

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