domingo, 8 de marzo de 2015

La imperiosa necesidad de comunidad

http://ignaciofernandez.blogspot.com/2015/03/la-imperiosa-necesidad-de-comunidad.html

La crisis de liderazgo tocó fondo. La formalización de los dueños de Penta, el impresentable tráfico de influencias del hijo de la presidenta con el vicepresidente del Banco de Chile y los casos de colusión y abusos que hemos conocido en los últimos años dan cuenta de un estado de cosas que requiere ser pensado y reorganizado desde otro paradigma.
A nivel empresarial, político y de muchos jefes, el modo "socialmente valorado de los últimos 40 años" para ascender, generar riqueza o ganar poder es egocéntrico y desconsiderado con los otros. Revela una profundadescomposición moral que no tiene futuro evolutivo.
El sistema de creencias a la base del sistema capitalista, en la forma que se aplicado mayoritariamente en Chile, genera los abusos que se comienzan a conocer, indignan a la gran mayoría de los ciudadanos y dan cuenta de la necesidad de cambios para consolidar una paz social sólidamente construida desde la inclusión.
Es usual la defensa de los paladines del modelo capitalista en la lógica de creación de riqueza, mejoramiento de los indicadores económicos y constatación de mejores estándares mínimos de calidad de vida económica de la mayoría, asumiendo que la única forma de progresar en con trabajo y crecimiento.
El desafío que tenemos por delante es sostener ese crecimiento y mejorar los otros indicadores de la calidad de vida de las personas, entre los principales, equidad en las oportunidades, participación ciudadana, salud mental y calidad de vida, confianza en la institucionalidad y confianza en las demás personas. Un desarrollo, bienestar y poder distribuidos, y no concentrado en unos pocos millonarios.
¿Cuál es ese nuevo paradigma de organización social que requerimos?, ¿por dónde hay que avanzar?, ¿qué próximo pasos debemos dar?
Lo primero es reconocer que estamos ante una tensión profunda de un cambio en los sistemas de valores. Muchas personas continuarán guiando sus vidas por el sistema del logro exclusivamente individual, con el ego como conductor de la vida y con las variables extrínsecas como los fines existenciales buscados: dinero, poder, fama, propiedad e imagen.
El sistema de valores que está despuntando remite a lo intrínseco y pone a la comunidad como lo más importante de la propia vida. Nos moveremos hacia un balance yo-otros, con el “nosotros” por sobre el yo.
Es difícil de imaginar pues somos hijos de las ideas individualistas y egocéntricas. Cuesta pensar como sería una vida en comunidad pues nuestros hábitos y creencias “obvias” son individualistas, pensando en la propiedad privada, en el logro propio y de la familia, con la meritocracia y el avance en la escala socio-económica en el centro de muchos afanes.
Modificar estas creencias tomará tiempo. Pienso que la única manera de identificar la inefectividad de las creencias egocéntricas con las que nos hemos formado la mayoría es mediante la experiencia de comunidad, en horizontalidad y decisión colectiva. Solo esa experiencia demolerá la creencia auto referente o logrará un mejor balance yo-otros.
Comenzar a vivir en comunidad, tenuemente al principio, e ir sintiendo, constatando, experimentando qué pasa en las dinámicas de relación, en la vivencia individual y en el tipo de resultados que se producen. Es como querer desarrollar un músculo no utilizado. Será raro, al principio dolerá y es necesario conocer qué nuevas “funcionalidades” y resonancias emocionales aparecen.
Abandonar las creencias egocéntricas sólo será posible cuando tengamos la comprobación experiencial de que los efectos de las creencias comunitarias nos llevan a un mejor estado de desarrollo y bienestar, personal y colectivo.
Es imperativo que comencemos a construir algunas comunidades o a acercarnos a algunas existentes, desde nuestros intereses. Eso implica participación, involucramiento, salir de la actual zona de comodidad individual y probar nuevos repertorios de conducta desde la actitud del aprendiz novato. Explorar como niño ingenuo, dejando el control, la soberbia y el liderazgo vertical congelados por un rato.
Silenciar al ego individualista pues reclamará. La comunidad define nuevos límites de la identidad, el nosotros, con las metas del colectivo en el centro del propósito grupal, en un imán de sentido compartido trascendente.
Un colectivo que construye y articula una visión e inteligencia compartida, con el diálogo y la conectividad en el centro de las relaciones, generando personas movilizadas por un bien superior y con la confianza y la inclusión como trazadores de una comunidad sana. Estas son pinceladas intuitivas de una ética comunitaria que es la promesa de futuro ante la creciente certidumbre de la destrucción del tejido social que produce la ética individualista a ultranza.
Decidir ser parte de una comunidad deriva de una sabiduría interior que señala que somos más que seres individuales, somos en esencia seres relacionales, conectados y responsables de ese bien común superior.
La felicidad, el sentido, la pertenencia y la trascendencia  se expanden en experiencias de comunidad, impulsando nuestro actuar por la consciencia social personal, transpersonal, social y global. Es imperioso que nos atrevamos a probar la experiencia de comunidad, pues ya tenemos la certeza que el dominio de la ética capitalista genera un futuro privilegiado para muy pocos y malestar y mala vida para la mayoría.

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