domingo, 22 de marzo de 2015

El amor modifica el cerebro

http://jccubeirojc.blogspot.com/2015/03/como-el-amor-modifica-el-cerebro.html 
La química y el cerebro. ¿Qué nos vuelve agresivos? Según el Dr. Joohyung Lee y el profesor Vincent Harley, del Instituto Príncipe Henry de Melbourne, ante el mal estrés (distrés),  los varones son más agresivos que las mujeres (su respuesta instintiva es más de lucha que de bloqueo) por las proteínas SRY, que regulan la presión sanguínea y la secreción de catecolaminas (hormonas del estrés, incluyendo la adrenalina). Las proteínas SRY están en el cerebro, el corazón, los pulmones, el hígado, los riñones y los testículos. Regulan la función cardiovascular y la actividad neuronal. Esta investigación se ha publicado en BioEssays.
Evidentemente, la agresividad está ligada a la testosterona (una hormona más masculina que femenina), que es un “conductor inconsciente” al consumo de alcohol… y los videojuegos (el gran psicólogo Leonard Berkowitz, autor del clásico del 62 ‘Agression: A Social Psychological análisis, nos enseñó que las personas se vuelven más violentas cuando participan en actividades violentas). Craig Anderson (director del centro para el estudio de la violencia de Iowa State University), en un estudio con más de 3.000 jóvenes, demostró que aquellos que pasaban más horas con videojuegos violentos eran más hostiles (aumentaba su pensamiento agresivo y por tanto sus respuestas agresivas). El juego modifica el cerebro; el violento, reduce la empatía (Christopher Ferguson, Stetson University).
¿Somos agresiv@s por naturaleza? La respuesta de lucha es natural en todos los animales. A los mamíferos nos activan para ello ciertas emociones (especialmente el miedo, la ira, la vergüenza, el bochorno, los celos), y sin embargo los seres humanos somos capaces de decidir voluntaria y libremente. Aristóteles, ese gran coach, recomendaba a sus discípulos ver teatro (tragedia) para que se produjera la “catarsis”. ¿No es ver teatro (o cine) lo mismo que disparar en un videojuego? En absoluto. Una es una actividad contemplativa, reflexiva, de la que extraemos lecciones. El otro es poco consciente, casi automático. Podemos ser agresivos en “primera naturaleza”, diría Aristóteles, pero hemos de educarnos para que la violencia no pertenezca a nuestra “segunda naturaleza” la de nuestros hábitos. Porque la buena noticia es que no hay nada intrínseco, interno, que nos convierta en agresiv@s. Siempre es la respuesta (que podemos controlar si queremos) a un estímulo exterior. En palabras de Buda, “responde inteligentemente al tratamiento no inteligente”.
Vayamos del miedo al amor. La revista divulgativa ‘Muy Interesante’ recoge los estudios publicados en ‘Frontiers of Human Neuroscience’: “El amor modifica el cerebro”. Más concretamente, hasta una docena de áreas cerebrales, según han demostrado investigadores de la Universidad de Hanui (China) con tests de resonancia magnética a un centenar de jóvenes. El amor activa zonas relacionadas con la motivación, las recompensas, las redes cognitivas, las aptitudes sociales… Cuando se produce una ruptura sentimental, la actividad en estas zonas desciende.
El amor porque activa las hormonas del placer (dopamina, norepinefrina y feniletilamina). El corazón se acelera, las palmas sudan, la piel está más brillante. Se generan estados de atención focalizada, euforia y adicción. Se reduce la serotonina (con la pasión el pensamiento crítico se evapora) y, en el caso del sexo, se disparan los estrógenos y la testosterona. El amor, en definitiva, activa el circuito neuronal del placer (Helen Fisher, Rutgers University).
El amor no es química, es mucho más (es “el lo que mueve el sol y las estrellas”, en palabras de Dante). Sin embargo, el amor provoca reacciones químicas. Desde el olfato (atracción) a la necesidad de estar juntos, pasando por las pupilas dilatadas, la atención y el recuerdo, la autoconfianza, la presión arterial y el equilibrio de neurotransmisores (oxitocina, testosterona).
Durante el orgasmo se genera una impresionante actividad cerebral (incremento de sangre y oxígeno en la cabeza, muy beneficiosos), se liberan endorfinas (que, como la morfina, reduce el dolor, desde la espalda al menstrual), mejora la salud cardiaca, limpia de toxinas la próstata, estimula el núcleo accumbens (centro del placer, que activan la cocaína o el chocolate), quema calorías (como el mejor ejercicio físico), permite dormir mejor, estimula el olfato (se desarrollan células en el bulbo olfativo cerebral), segrega prolactina en las mujeres, reduce la ansiedad (la oxitocina actúa contra el cáncer de mama) y estimula la DHEA, hormona que retarda el envejecimiento, el Parkinson y el síndrome de fatiga crónica.      

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