miércoles, 4 de marzo de 2015

CHRISTOPHE ANDRÉ

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Queremos hablar esta semana de este médico psiquiatra y psicoterapeuta nacido en Montpellier (Francia) en 1956, por sus aportaciones en el campo del bienestar emocional, en especial para las personas que sufren de trastornos depresivos y ansiedad.
Es, según Le Nouvel Observateur, una autoridad de la Psicología Positiva en el país vecino, muy conocido por sus libros, que describen cómo la práctica del mindfulness (la consciencia del aquí y ahora) y de la meditación tiene resultados muy positivos en la salud mental y física de las personas.
De hecho, durante quince años ejerció como médico en el Hospital de Santa Ana de París, donde aplicó este tipo de terapias en casos comportamentales y cognitivos, a la vez que enseñaba en la Universidad París X. Ayudó a sus pacientes a mejorar y controlar desórdenes emocionales, algo que quiso extender a la sociedad a través de sus obras, que gozan de prestigio y han sido traducidas a varios idiomas.
Entre sus libros, podemos citar “El placer de vivir”, “Prácticas de autoestima”, “Y no te olvides de ser feliz” o “Meditar día a día”. De ellos, extraemos frases e ideas como las siguientes:  

La psicología ha logrado curar más o menos la angustia y la depresión, pero no la cólera, la crítica o la amargura, que son grandes destructores del ser humano.

Igual que con el resentimiento, la gente se hace daño a sí misma porque no sabe perdonar ni perdonarse. El perdón es una liberación.

Los estados de ánimo negativos nos hacen focalizar mucho sobre los detalles y los positivos nos permiten tomar distancia frente a las cosas. Por ejemplo, si estamos tristes, o estresados o enfadados y hablamos con un amigo durante una hora y solo en un momento dado nuestro amigo nos dice algo negativo, curiosamente pondremos la atención en ese detalle. En cambio, si estamos de buen humor podremos mantener distancia; pensaremos que la persona que nos lo ha dicho es nuestro amigo y le quitaremos importancia.

Hay gente que notará estados de ánimo negativos probablemente por una herencia genética, pero si en su entorno familiar o sus experiencias de vida les enseñan a utilizar bien estos estados de ánimo lo pueden transformar en capacidad poética, en capacidad de reflexión, en sensibilidad, en receptividad, sin convertirlos en enfermedad depresiva, ansiosa o en sufrimiento. La genética propone un destino, pero la persona acaba siendo dueña de su propia vida.

Si mi felicidad depende de la ausencia de infelicidad en mi entorno nunca seré feliz. Si me digo a mí mismo: no tienes derecho a ser feliz mientras haya gente infeliz alrededor mío, es imposible y además es un error, porque si yo estoy infeliz no aligero la infelicidad que me rodea. Al contrario, cuanto más feliz soy, más poder tengo para ayudar a los demás. Siempre hemos pensado que la felicidad nos hacía egoístas y en realidad ocurre lo contrario.

Si tenemos preocupaciones, podemos imaginar que pensando mucho, cavilando, podremos encontrar la solución, pero muchas veces cuando empezamos a rumiar, la mejor solución es caminar y respirar. ¿No puedo parar mi espíritu? Entonces voy a caminar.

El equilibrio psicológico es una mezcla entre estados de ánimo positivos y negativos. En esta mezcla tiene que primar lo positivo sobre lo negativo, pero los estados de ánimo negativos son importantes también. La culpabilidad es muy importante para la persona y la sociedad. Alguien que nunca se siente culpable nunca se cuestiona y puede dañar a los demás. El aburrimiento también es necesario. En el aburrimiento se toma conciencia de uno mismo y en vez de huir uno se pone a reflexionar.

El silencio es al ruido lo que la sombra es a la luz, o el sueño a la vigilia: la otra cara esencial.

Os deseo una feliz y consciente semana,
Álex Rovira

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