miércoles, 10 de diciembre de 2014

"Yo sigo Roberto, vamos hasta el final, te pido que me acompañes".

Lo que hicimos con Roberto Canessa sólo él y yo lo sabemos, y no sentí ninguna mano divina a nuestro lado. Lo que hicimos con Roberto lo hicimos con nuestras piernas, y yo no hubiera hecho nada sin él, y creo que él no lo hubiera logrado sin mí. Para mí, el verdadero milagro es que, al vivir tanto tiempo esquivando a la muerte, rozándola siempre, aprendimos de la forma más poderosa lo que significa estar vivo... Caminamos durante 10 días, cruzamos la cordillera de los Andes y al fin... Logramos salvarnos..."
Fernando Seler Parrado Dolgay ( Nando )
Empresario. Productor de TV. Conductor de televisión. Ex corredor de carreras de lanchas, autos y motos. Conferencista. Escritor. Autor de Milagros en los Andes (2006).

Nació el , 9 de diciembre de 1949 en Montevideo.Hijo de Seler Parrado y Eugenia Dolgay.Segundo de tres hijos.Hermano de Graciela su hermana mayor y Susana su hermana menor.Estudió y se graduó en el Colegio Stella Maris . Jugador de rugby de "Old Christians". Al momento del accidente era estudiante universitario (ingeniería mecánica) y tenia 21 años.
Al regresar de las montañas abandonó sus estudios para dedicarse al negocio familiar: las ferreterías. Posteriormente también corrió como piloto en competencias de motocicletas y automóviles en Sudamérica y Europa. Posteriormente se inicio como productor de TV.
Se caso con Veronique Van Wassenhove, siguen casados actualmente. Padre de dos hijas. Verónica y María Cecilia.
"... Hay varios momentos que me marcaron a fuego en los Andes. Uno fue cuando escuchamos en la radio que nos habían abandonado. Otro momento similar fue cuando me asome a la cima de la montaña más alta, en la expedición final, y vi lo que había del otro lado, me asusté tanto que me olvidé de respirar, no podía concebir un pensamiento, no conseguía mover un músculo. Esperaba ver verde, arboles a lo lejos, luces distantes, pero apenas veía montañas y mas montañas, trecientos sesenta grados de montanas nevadas alrededor. Entonces escuché que Tintín gritaba desde abajo, pero yo no podía hablarle, sentí que estábamos definitivamente liquidados.
Tres horas despues llego Roberto, miró lo mismo que yo e interpreto mis palabras. " Estamos muertos, Nando". Increíblemente creo que he vivido toda mi vida de acuerdo a ese momento, cuando tomé la sedición más difícil de todas las que tuve que tomar hasta hoy, cómo me iba a morir, y, fundamentalmente, con quien me iba a morir. En menos de treinta segundos le dije: " Yo sigo, Roberto, vamos hasta el final, te pido que me acompañes". Cualquier otra decisión en mi vida comparada con ésa ha sido muy fácil. ¿Quien decide cómo y con quién morirse?
Mucha gente habla de la ayuda divina, de la Virgen, de Dios. Puede ser. Yo recé igual que todos, o más que nadie en la montaña, pero lo que hicimos con Roberto lo hicimos con nuestras piernas, y yo no hubiera hecho nada sin él, y creo él no lo hubiera logrado sin mí. Para mí, el verdadero milagro es que, al vivir tanto tiempo esquivando a la muerte, razándola siempre, aprendimos de la forma más poderosa lo que significa estar vivo.
Por eso la noche que dormimos en la cima, cuando Tintín regreso al fuselaje y permanecimos descansando para afrontar la escala final, fue como el arco iris después de la tormenta. Ahí estábamos los dos en medio de la nada, en la cúspide de la inmensa pared de hielo, aquella que durante sesenta y cinco días nos había bloqueado el horizonte. Al anochecer extendimos el saco de dormir, y cuando el sol se escondió detrás de los Andes, que en su etimología aymará significa: " las montañas que se iluminan", estás resplandecieron con el ocaso más maravilloso que he visto jamas.
Entonces le dije a Roberto: " Que extraordinario sería esto si no estuviéramos muertos". Sentí que el presionaba mi mano. Estaba tan asustado como yo, pero tomados de la mano nos dábamos fuerza, y sabíamos, los dos teníamos la misma convicción, de que íbamos a dar lo mejor de nosotros mismos. Lo mejor de los catorce sobrevivientes que estaban en el fuselaje y lo mejor de los veintinueve que habían muerto..."
Su madre Eugenia y su hermana Susana. Ambas viajaban junto a Nando en el avión. La madre falleció en el impacto final. Susana quedó herida. Al tercer día Nando, tras recuperar el conocimiento, se hizo cargo de ella. Finalmente, tras varios días de agonía, falleció en los brazos de su hermano el 21 de octubre de 1972. La joven tenía 20 años. En el accidente también perdió a su mejor amigo, Francisco "Panchito" Abal, de 21 años,y a su antiguo amigo Guido Magri, de 24 años.
Nando junto con Roberto Canessa caminaron durante 10 días, 70 kilomentros. Logrando una hazaña heroica de cruzar a pie, la imponente cordillera de los Andes. Y así lograr salvar sus vidas y las de sus amigos. Nando es considerado por muchos el gran héroe de la tragedia, aunque él mismo se definía como uno más del suceso gracias a su carácter humilde. Fue la primera persona (junto con Roberto Canessa) en escalar y dar nombre al hoy conocido "Monte Seler", nombre en memoria de su padre.



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