lunes, 15 de diciembre de 2014

La vaca otra vez

http://socrates.ieem.edu.uy/2014/10/la-vaca-otra-vez/

Además de las vacas en las empresas, existen las vacas propias, las que cualquiera puede tener, y por ellas estar estancado sin saber cómo superarse.
CARICATURA El Observador 22 de octubre de 2014
Varios meses atrás escribí una columna en este mismo espacio haciendo referencia a una fábula muy antigua[1]. Versaba de unos peregrinos acogidos por una familia campesina muy pobre que tiene una vaca como única propiedad. Los huéspedes, al retirarse al día siguiente, matan la vaca. Aunque esto no se entiende en un primer momento, años después los pobres campesinos se han vuelto prósperos pues al perder aquella vaca que los mantenía penosamente, pero que a la vez los ataba, desarrollaron otras habilidades y emprendieron empujados por la necesidad. La columna seguía con que en las empresas a veces tienen vacas que no las dejan despegar y que las mantienen en la mediocridad. Aparentemente el mensaje pegó pues tuvo bastante repercusión. Sin embargo, hubo un aspecto que no fue considerado por mí cuando lo escribí.
No una, sino varias personas, me han consultado acerca de cómo descubrir “su vaca”. Así, en términos personales. No “la vaca” de la empresa donde trabajan, sino “la vaca” personalísima que impide que se desarrolle como persona, como profesional, como emprendedor o como le interese. Estando con este deber irresuelto asistí con mi señora a un musical muy conocido, Billy Elliot, que narra el drama de un niño de la zona minera del Reino Unido durante la gran huelga que sus sindicatos llevaron contra las reformas de Margaret Thatcher. Este niño es hijo de un líder minero que al igual que su padre y abuelo ha trabajado en la mina, y que espera que sus hijos y nietos lo sigan haciendo. Mientras la obra muestra la huelga y Billy es enviado a una clase de boxeo, descubre que su vocación es el ballet, algo muy alejado de los planes de su padre, pero no tanto de los de su abuela, que aparentemente había deseado ser bailarina en su juventud. No hace falta explicar el conflicto en potencia que, felizmente, termina con Billy triunfando, a la vez que luego de seis meses, la huelga finaliza sin lograr sus objetivos.

La vaca propia

El desenlace de la obra ofrece las respuestas que buscamos. La mina era la vaca de Billy. Su padre, y principalmente su hermano mayor, minero y activista, hacen todo lo posible para hacerle ver que no debe abandonar su “destino manifiesto”, la mina como trabajo y el boxeo como deporte. Padre y hermano actúan de buena fe. Se dan en ellos las cuatro vendas que impiden descubrir la vaca. Ambos carecen de formación para cualquier otra cosa que no sea trabajar en la mina, los diálogos denotan, debajo de una capa de intransigencia exagerada, una enorme falta de confianza en ellos mismos a la vez que un miedo descarnado a salir de lo que ha sido su vida hasta ese momento. Por último, han convertido el trabajo en la mina en un fin en sí mismo, y más que un trabajo se ha vuelto un derecho inalienable que parece haberse transformado en algo religioso.
La obra también nos permite reflexionar acerca de las claves que hicieron posible que Billy triunfara. Sentirse querido por su madre fallecida, lo que lo hizo un chico que al sentirse amado creciera en seguridad consigo mismo, el valor delesfuerzo a través del trabajo duro y perseverante, lo que seguramente vio a lo largo de su vida como una constante en su padre, la oportunidad que le ofrece la profesora de ballet, que tiene la capacidad de ver su potencial para esa disciplina, el apoyo cómplice de su abuela, que lo anima en los momentos de desánimo y lo insta a no tener miedo. Por otro lado, en la obra se pueden detectar las características de los ambientes en los cuales  matar a “nuestra vaca” se vuelve muy difícil. El espíritu de cuerpo mal entendido que presiona a aquel que quiere ser diferente, la violencia verbal y un poco más allá típica del ambiente colectivista, el miedo a fracasar que los que han fracasado pretenden imponer a los otros así como la falta de oportunidades de competir, con otros y con uno mismo, que suelen ser retaceadas en aras de una engañosa solidaridad.
La vaca siempre está ahí. Siempre podemos dejarnos vencer por el miedo a lo diferente, a no ser capaces, a asumir prédicas de falsos profetas que nos obligan a aferrarnos a seguridades mediocres. Al final del día, estar atento a “la vaca que nos ata” es una actitud vital que nunca podemos descuidar. Pues el día que lo hagamos, no importa cuán pobre o encumbrada sea nuestra posición, habremos perdido la posibilidad de ir por más, que es lo que realmente apasiona en esta vida.

[1] Hay que matar a la vaca, Sócrates,

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