domingo, 7 de diciembre de 2014

ABRAZOS

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Por Eva Sade
En una entrevista a Pilar Sordo, psicóloga chilena, la escuché decir: díganse todos los días, al final del día, tres cosas buenas que les haya sucedido.
Por suerte hay días en que la memoria funciona mejor que otros. Ayer fue uno de esos días, al acostarme, ya con los ojos cerrados, repasé mi día, y bajito, hablando conmigo, me susurré tres hechos que me generaron bienestar. El primero de la lista, fue un encuentro con una niña de 10 años. Salía de pagar una cuenta, cuándo en un murito la veo, estaba llorando. Estaba solita, me senté a su lado y le pregunté qué le pasaba, le pasé el brazo por los hombros, levantó su carita , no habló una palabra, sólo se acercó un poquito más a mí.
Los brazos conocen de muchas tareas, nadar, bailar, pero la más profunda es rodear a una persona con ellos. Los dos seres se acercan, con una proximidad casi milimétrica, si no es la persona que uno quisiera abrazar, tal vez al sentir lo que el abrazo ocasiona en el otro ser, ayude a intentarlo. Al estrechar a la persona entre los brazos, abrir sus manos en la espalda, se transmiten infinitos sentimientos.
Existen los abrazos de júbilo, muchas veces múltiples, ya que se trata de compartir una victoria de un equipo. Los hay fríos, esos que sólo son para la foto. Los que acuden en vez de las palabras, en una  tragedia, consuelan en el sonoro silencio.
Los más codiciados son los abrazos amorosos, y hay quiénes no saben hacerlo, se retraen y en este caso, un milímetro de retirada es un abismo para el afecto. Sería bueno aprender a entregarse por esos eternos y sanadores segundos. Tal vez en ese momento de tanta cercanía, se cierren los ojos y se detiene el mundo por un instante. Los brazos envuelven, sujetan, encarcelan por esas centésimas de minutos, hasta que el movimiento comienza nuevamente.
En los abrazos se encuentra refugio, ternura, calor y seguridad.
Pasaron unos minutos, sin que mediara palabra, levantó su cabeza, las lágrimas ya se le habían secado, asomó una sonrisa en su boca y salió corriendo.
¿Será que con un simple abrazo podemos cambiar un pedacito de una historia?
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Imagen: Un joven del movimiento “Free Hugs” (Abrazos gratis), regalando un abrazo en Hyde Park, Londres, 2007. 

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