jueves, 16 de octubre de 2014

La impaciencia: una virtud para el emprendedor, un problema en la vida cotidiana

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lapurezaestaenlamezcla/2010/11/04/la-impaciencia-una-virtud-para-el.html 
Soy un impaciente. Tengo todos los síntomas de un impaciente. Detesto los atascos hasta el punto de que he organizado siempre mi vida para no tener que viajar al trabajo. Actualmente mi casa, el trabajo y el cole de mis chicos están todos a menos de 5 minutos. De mi casa al aeropuerto son 15 minutos y al ir por detrás de la Moraleja nunca hay atasco (está todo pensado por un impaciente). No voy al cine porque no aguanto hacer la cola. En cambio, veo películas en mi casa y de descarga, porque cuando me compro los DVDs y me ponen publicidad sobre cómo descargar es robar… pierdo la paciencia. Los libros son una lucha para mí. Empiezo a leer algo como El Espejismo de Dios y luego de 150 páginas de escuchar pruebas sobre la inexistencia de Dios se me acaba la paciencia. Ya entendí, Dios no existe. ¿Para qué aguantar las próximas pruebas narradas a lo largo de las siguientes 200 páginas? De cada 10 libros que empiezo debo terminar uno. O a veces me salto partes para terminar antes. En los restaurantes, cuando demoran mucho, soy el primero en quejarme. Cuando me vine de Nueva York a Madrid sufrí mucho por lo que tardan en darte de comer en los restaurantes españoles. Para colmo me topé con una cultura en la que esperar sin quejarse es una virtud. Si me toca esperar solo en algún sitio estoy siempre con mi Blackberry o mi iPhone. Tener que esperar sin nada que hacer me desespera. Si no tengo nada que hacer me lo invento. Todo para disimular la espera. Por ejemplo, una de las cosas que detesto del sistema de los notarios, que desconocía hasta llegar a España, es que no se les puede pagar para que vengan a tu oficina, que tenga que comerme un atasco para ir a Madrid y además que me hagan esperar al llegar. Lo mismo con el dentista y médicos en general. En Argentina, de chico, el médico venía a mi casa y sin duda me malacostumbró. En Madrid últimamente voy a un dentista que entendió esto y me dan horarios en los que saben que no voy a tener que esperar.
Ahora eso si, yo en general soy puntual. No me hago esperar porque siento que la otra persona sufriría como yo. Algo poco probable. Mi condición de impaciente me hace muchas veces una persona desagradable, hasta maleducada diría. He escuchado teorías con respecto al origen de mi impaciencia. Una dice que como mi madre solo tenía 21 años cuando yo nací y como era joven e inexperta, mis necesidades básicas de niño fueron satisfechas con mucha demora. Puede ser, pero como a mí no me gusta echarle la culpa al otro por mis problemas, algo que parece ser la base del psicoanálisis, me considero absolutamente culpable de mi impaciencia y exonero a mi madre. Pero en temas de impaciencia no todo es malo. La misma impaciencia que en la vida real me hace un inquieto crónico, parece estar especialmente bien adaptada para la vida del emprendedor.
Empecemos con el tema de la creatividad. La creatividad está muy ligada a la impaciencia. En general soy muy bueno para resolver problemas logísticos y los resuelvo con creatividad. La idea de Fon en sí me vino por un acto de impaciencia. Tratando de conectarme a WiFi encontraba en París cantidad de redes, pero todas cerradas. Es entonces, urgido por la impaciencia de conectarme, que se me ocurrió la idea “comparte un poco de ancho de banda sobrante en tu casa y navega gratis por todo el mundo”. Es en esos momentos de impaciencia que soy más creativo. Por ejemplo, el pasado año comenté sobre el tema del accidente de Air France. Muchos de mis comentarios, que fueron criticados por gente en general mucho más pacientes que yo, decían que había que esperar a lo que digan los expertos. Yo justamente sé un poco de todo porque no tengo paciencia para esperar a los expertos.
Cuando tengo un problema, investigo. Y, en este caso, siendo piloto, me muero de impaciencia cuando veo lo mal que funciona la aviación, lo anticuada y absurda que es. Volar es un viaje en el tiempo. Cuando estamos a 35 mil pies y los controladores no nos encuentran y cuando nos encuentran, porque volamos sobre tierra, sé que ellos me están viendo por lo menos a 5km de donde realmente estoy por la lentitud de los radares. Los radares me ponen impaciente porque son lentos. Y no sólo los radares. Las comunicaciones por radio también. Es increíble que siendo la radio un sistema de comunicación de un canal a la vez se use para la aviación donde todo ocurre a 800km/h y los accidentes pueden ocurrir en menos de un segundo. Cuando yo vuelo me siento IMPACIENTE. Quiero que las cosas cambien ya. Pero sé que si en vez de estar dirigiendo Fon estuviera pensando qué hacer, podría transformar mi impaciencia en una empresa. Calculo que la transformación de la aeronáutica será un enorme negocio en los próximos 10 años. Podría meterme ahí.
Como ven, de la impaciencia al negocio hay un solo paso. Ahora, lo gracioso es estar con un grupo de colegas emprendedores, porque en grupos de emprendedores se respira impaciencia, todos quieren encontrar una solución a un problema ya. Ya, como Ya.com. Ya mismo. Cuando un emprendedor habla y la otra persona no lo entiende se nota la impaciencia en la cara del emprendedor y la angustia en lo de su interlocutor, especialmente si éste es una persona normal, no un emprendedor. Pero el emprendedor se apoya en su impaciencia porque es esa (a veces maldita) impaciencia que hace que su empresa vaya por delante, sea pionera, llegue antes que otras, que su empresa sobreviva la crisis. En el año 2001 me pusieron en la portada (tapa) de la revista Forbes con el titular Young Rich and Restless o sea joven, rico e impaciente. Como se dice en España, con lo de impaciente la clavaron.
Pero termino reconociendo lo insoportables que podemos ser los emprendedores para los que nos rodean, familiares, amigos, y empleados. O por lo menos lo insoportable que puedo ser yo. Sé que Nina, por ejemplo, es una santa por estar conmigo y le estoy muy agradecido. Mis hijos bueno, con ellos creo que tengo más paciencia , pero si ellos salieron tan buenos alumnos y tan exigidos, por algo será. Alexa, Isa y Tom son 3 impacientes y Leo ni que hablar, a sus 2 años ya parecían empezar los ataques de impaciencia (los míos son como que se me escapa el Leo que llevo adentro). ¿Será que la impaciencia es genética? Y mis empleados supongo que muchas veces dirán que soy increíblemente impaciente, que lo imposible lo quiero en el instante. Si no fuera por la crisis supongo que ya habrían renunciado todos. Pero bueno, yo trato de serlo menos, pero si tengo que decir una característica tanto responsable por mis éxitos profesionales como de mis fracasos personales, no me cabe duda que es mi impaciencia.
A este punto querido lector, aprovecho para agradecerte de haber tenido la paciencia de haberte leído este rollo sobre la impaciencia. Yo que sufro de impaciencia crónica, probablemente ya hubiera abandonado la lectura.
Martín Varsavsky
Martín Varsavsky
Una de las voces más autorizadas de la Internet hispana y mundial, quien comparte su particular visión de las nuevas tecnologías.

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