sábado, 18 de octubre de 2014

Desarrollar políticas de atracción y concentración de talento y tecnología en esa zona. Fomentar el espíritu emprendedor y apoyar los proyectos transformadores.

http://xavierferras.blogspot.com/2014/10/es-la-economia-una-ciencia.html 
¿Qué es la ciencia? Una búsqueda rápida en Google nos ofrece múltiples descripciones procedentes de diferentes diccionarios: “la actividad intelectual y práctica que implica el estudio sistemático de la estructura y el comportamiento del mundo natural y físico a través de observación y experimentación”. “Una actividad sistemática que construye y organiza conocimiento en forma de explicaciones demostrables y predicciones sobre el universo”. Según la Universidad de Berkeley, “la ciencia es un modo de descubrir qué es el universo, qué hay en él, cómo funcionó en el pasado y cómo funcionará en el futuro”. En Wikipedia encontramos que “ciencia refiere a un cuerpo de conocimiento que puede ser explicado racionalmente y aplicado con fiabilidad”.

Bajo estas definiciones me pregunto, seguramente de forma ingenua y desinformada (obviamente, no soy un filósofo de la ciencia), si la economía es realmente una ciencia. A la vista de lo que ha pasado esta semana en los mercados financieros, de la crisis que hemos vivido y estamos viviendo, y de la supina incapacidad de los economistas de predecir lo que pasará mañana, ¿cabe preguntarse realmente si la economía es una ciencia?

Cuando alguien se interesa por hacer un doctorado, le pongo un ejemplo sencillo de lo que significa una tesis doctoral. Si hubiéramos nacido en el siglo XVII y fuéramos Newton, podríamos observar detenidamente cómo cae una manzana de un árbol. Una manzana cae. Otra también. Podríamos preguntarnos si una piedra, o una bola de acero (con mayor masa) también caen. Y, efectivamente también lo hacen. Podríamos medir las velocidades de caída de diferentes masas, e inducir una ley general:   los cuerpos caen porque son atraídos hacia la tierra con una fuerza proporcional a sus masas. Eso (la construcción de teoría sobre un fenómeno observado) hubiera sido objeto de tesis doctoral. Otra tesis doctoral habría podido ser estudiar si 10.000 piedras cumplen la ley, y validarla con una muestra significativa de observaciones.

Las piedras y las manzanas caen. Siempre. Por igual. Con leyes predeterminadas. Además, leyes sorprendentemente sencillas y comprensibles (por eso, precisamente, todavía creo que existe algo divino y superior a nosotros). El Universo, sencillamente, podría ser incomprensible…  ¿Cómo la economía? Efectivamente, la economía parece incomprensible. Sesudos premios Nobel que han desarrollado complejas teorías matemáticas, ven como estas fracasan sistemáticamente cuando se alejan en el tiempo y en el espacio de las observaciones que les llevaron a inducirlas. Las leyes de la economía no se cumplen en la misma economía real. Numerosas corrientes académicas compiten por demostrar que la razón es suya. Pero nadie, absolutamente nadie, sabe qué va a pasar mañana. Por eso me planteo si la economía es realmente una ciencia.

Por supuesto, estoy bromeando. La economía es una ciencia social, no una ciencia física. Y lo que realmente está ocurriendo es que se está convirtiendo en una ciencia de sistemas complejos. Tuve el placer de compartir una clase con Xavier Furió, físico experto en sistemas complejos, y cada vez está más claro: el comportamiento económico es impredecible porque los sistemas complejos son inherentemente impredecibles. La ciencia de la complejidad nos dice que la evolución de un sistema complejo dependerá de las condiciones iniciales, y las condiciones iniciales jamás podrán ser determinadas con precisión absoluta. Así, las mismas fuerzas aplicadas sobre condiciones iniciales diferentes (por ejemplo, diferentes países), generarán evoluciones diferentes del sistema económico. Y, recordemos: en un sistema complejo, pequeñas perturbaciones pueden desencadenar grandes efectos. Perturbaciones locales, como el Ébola, o la crisis de Ucrania, han vuelto a despertar las tormentas macroeconómicas globales. ¿Significa eso que simplemente no podemos saber cuál será la evolución del PIB, nuestra renta per cápita futura, o la evolución del desempleo, porque estamos sometidos a un flujo constante de acontecimientos inesperados que van a condicionar sensiblemente su evolución? Posiblemente, es así.  No tenemos ni vamos a tener ni idea.


Por todo ello, me reafirmo más en mi convicción sobre la absoluta necesidad de priorizar enfoques de política de competitividad microeconómica. Ni podremos predecir ni podremos controlar las continuas turbulencias macroeconómicas gobales que nos esperan a partir de ahora. La economía se ha convertido en un sistema complejo. Por ello, lo mejor que podemos hacer, es construir un pequeño invernadero local que nos proteja de las turbulencias. Delimitar un perímetro mental  innovador asociado a un espacio físico. Construir una capa estable de financiación pública de muy alto riesgo. Desarrollar políticas de atracción y concentración de talento y tecnología en esa zona. Fomentar el espíritu emprendedor y apoyar los proyectos transformadores. Estabilizar ese pequeño ecosistema en el tiempo, y esperar que se produzca la reacción en cadena que genere un potente sistema local de innovación, competitivo globalmente e inmune a las turbulencias macroeconómicas, que asegure nuestro bienestar futuro. Entonces, nos podremos olvidar de la economía y de los sistemas complejos.

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