No importa cuál sea tu objetivo al practicar un deporte. Puede que busques ganar una maratón, un partido de tenis o, simplemente, que te cunda el tiempo que pasas en el gimnasio. Pero hagas lo que hagas, hay algo que siempre tienes que tener en cuenta: el ritmo al que estás practicando ejercicio. La manera en que dosifiques tu esfuerzo puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, algo que tienen muy claro los profesionales, pero no siempre los aficionados.
Saber distribuir correctamente la energía que empleamos al realizar ejercicio es esencial para disminuir la fatiga, acabar con el aburrimiento, sincronizar cuerpo y mente, y sacar lo máximo de nuestros mantenimientos y competiciones.
Tal como explica el doctor Kevin G. Thompson, director del Research Institute for Sport and Exercise de la Universidad de Canberra (Australia), en su nuevo libro Pacing: Individual Strategies for Optimal Performance (Human Kinetics), muchos de los grandes triunfos de la historia del deporte tienen que ver con la capacidad de los contendientes de jugar con el ritmo de su adversario y adaptar el propio en su provecho.
Thompson pone como ejemplo máximo de esta estrategia uno de los más celebres combates de la historia del boxeo: The Rumble in the Jungleel enfrentamiento entre los campeones de George Foreman y Muhammad Alien el Zaire de Mobutu, en 1974. 
Desde el comienzo de la pelea, Foreman embistió a Ali con una enorme agresividad, aplastándolo contra las cuerdas en las primeras rondas. Ali recibió una paliza como pocas se recuerdan, pero el boxeador supo tomar una decisión basada en el ritmo que le permitió ganar el combate de forma totalmente inesperada (aunque para ello tuvo que recibir una cantidad desorbitada de puñetazos).
Nunca nadie ganó un combate recibiendo tanto y repartiendo tan poco
“En realidad no planeé lo que pasó aquella noche”, explicó Ali años después de su combate. “Pero cuando un luchador entra en el ring tiene que ajustarse a las condiciones a las que se enfrenta. Contra George, el combate era lento, si hubiera bailado toda la noche mis piernas habrían acabado exhaustas. En el primer round usé más energía para estar alejado de él de la que él estaba usando para perseguirme. Así que en los rounds siguientes decidí hacer lo que hacía en los entrenamientos cuando estaba cansado”.
Para disgusto de su entrenador, que temía por su vida, Ali dejó que Foreman le arrinconara contra las cuerdas y se limitó a cubrirse para encajar los golpes lo mejor que pudo. Hacia el séptimo round Foreman estaba ya visiblemente cansado y en el octavo Ali no tuvo más que combinar una impresionante, e inesperada, retahíla de puñetazos para noquear a su adversario. Nunca nadie ganó un combate recibiendo tanto y repartiendo tan poco.
Buscando la cuadratura del círculo
Como reconoce Thompson en su libro, la importancia que tiene una correcta gestión del ritmo en la práctica deportiva no es nada nuevo –ahí está la fábula de Esopo de la liebre y la tortuga–, pero muchos deportistas amateur olvidan lo decisivo de ésta. De hecho, no es difícil ver en las carreras populares a atletas exhaustos, que ni siquiera han logrado finalizar la competición, porque empezaron a correr (siguiendo a otros participantes mejor preparados) a un ritmo que no eran capaces de seguir.
Los estudiosos de la práctica deportiva coinciden en afirmar que la intensidad del ejercicio es clave para lograr los máximos beneficios de éste, pero es necesario encontrar un punto intermedio, que no nos deje exhaustos a los 10 minutos.
Para que nuestros entrenamientos sean más efectivos tenemos que acercarnos lo máximo posible al VT2, pero sin superar este
Para medir la intensidad del ejercicio debemos fijarnos en nuestro umbral ventilatorio (conocido por las siglas VT –ventilatory threshold–), el punto en el cual la ventilación se intensifica de forma desproporcionada con respecto al oxígeno consumido. Así dicho suena demasiado técnico, y de hecho es muy complejo calcularlo con exactitud, pero en realidad cualquiera puede tener una idea aproximada del momento en el que cambia el umbral.
Por debajo del VT1 (el que se alcanza con el ejercicio aeróbico), es fácil hablar, pero al superar este (por ejemplo, al correr a un ritmo de carrera de fondo) ya nos cuesta más. Entre el VT1 y el VT2 (el umbral propio del ejercicio anaeróbico), es posible hablar, pero es muy incómodo. Y al alcanzar el VT2 apenas se pueden pronunciar más de dos palabras seguidas.
Para que nuestros entrenamientos sean más efectivos tenemos que acercarnos lo máximo posible al VT2, pero sin superar este, pues de lo contrario acabaremos exhaustos enseguida. Es en este punto donde tenemos que entrenar para ir mejorando y, a su vez, ampliar el umbral. Ajustar el ritmo de nuestro entrenamiento o competición siguiendo esta lógica es importante para sacar el máximo provecho de la práctica deportiva, ya seas Ali o un simple aficionado a las carreras populares.