domingo, 21 de septiembre de 2014

La Autogestión O El Manejo Emocional

http://www.claseejecutiva.cl/blog/2014/09/la-autogestion-o-el-manejo-emocional/ 

Los líderes que saben permanecer optimistas en situaciones de mucha presión despiertan estos mismos sentimientos en sus seguidores.


¿ACTUAR O NO ACTUAR?

Hoy veremos el autodominio de otra competencia personal muy relacionada con el autoconocimiento que analizamos el domingo pasado.
El autodominio determina cuándo uno decide actuar o no. Es dependiente de la autoconciencia, ya que consiste en la habilidad de usar el conocimiento de las propias emociones para ser flexible y dirigir el comportamiento en forma positiva. Esto implica manejar las reacciones emocionales de acuerdo con las distintas situaciones y personas.
Algunas emociones crean un temor que paraliza, lo cual hace que el pensamiento se torne borroso, por lo que no es posible llevar a cabo una acción. En esta circunstancia el autodominio se manifiesta en la habilidad para tolerar la exploración de las emociones propias. Una vez que se comprendan las emociones propias y que se sienta cómodo con ellas, el curso de acción se nos aparecerá por sí solo.
Los investigadores han demostrado que la confianza, la lealtad, la dedicación y muchos otros factores fundamentales que impulsan la productividad e innovación, así como los logros personales de equipos y organizaciones, pueden atribuirse a los sentimientos correctamente controlados.
Las personas que saben hacerlo utilizan la inteligencia emocional, que es la capacidad para sentir, entender y aplicar eficientemente el poder de aquel cúmulo de emociones del cual proviene parte de la fuerza e influencia que tiene el líder sobre los demás.
Las respuestas corporales asociadas a las emociones básicas —alegría, enojo, tristeza, miedo, erotismo y ternura— cumplen funciones de adaptación y supervivencia.
Las emociones son reacciones internas fisiológicas frente a nuestras experiencias. Son las corrientes de energía que surgen en nuestro interior —frente a los estímulos del ambiente— y orientan nuestras percepciones y conductas. Luego, esta energía fluye hacia el exterior y afecta a los demás.
Se han identificado seis emociones básicas: alegría, enojo, tristeza, miedo, erotismo y ternura. De acuerdo con Susana Bloch, estas emociones se consideran básicas, porque corresponden a invariantes del comportamiento, presentes en el ser humano y animal en etapas muy tempranas del desarrollo.
El conjunto de respuestas corporales asociadas a estas emociones básicas cumplen funciones de adaptación y supervivencia, como, por ejemplo, enfrentar el peligro (miedo), perseguir a un competidor (rabia), proteger una cría (ternura), etc. Estas reacciones emocionales, por lo general, se traducen en conductas tales como reír, llorar, gritar, hacer cariño, etc.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes de los estudios realizados en el cerebro de las personas bajo estrés es la demostración de que el cerebro emocional trabaja en formas que perjudican el trabajo de sus centros ejecutivos.
Cuando la mente está en calma, la memoria trabaja al máximo, pero cuando hay una emergencia, el cerebro se pone en un modo defensivo que le resta recursos a la memoria, en un esfuerzo de supervivencia. Durante estos períodos de emergencia el cerebro retorna a sus rutinas y respuestas más familiares, dejando de lado el pensamiento complejo, creativo y de largo plazo. Esto puede implicar, por ejemplo, quedarse con la mente en blanco al dar un discurso frente a un público que espera que uno comience a hablar.
El cerebro usa las memorias acumuladas en la amígdala como un guardián de la información entrante para detectar si en la situación que enfrentamos existen oportunidades o amenazas, al compararlas con las experiencias guardadas.
Mientras más pronto podamos monitorear nuestros desagrados emocionales, más rápido nos recuperaremos del estrés. Tener claridad acerca de lo que sentimos nos permite manejar mejor los estados de ánimo negativos.
La noción de control emocional no significa reprimir o negar los verdaderos sentimientos. El “mal genio”, por ejemplo, tiene sus usos; el enojo, la tristeza y el miedo pueden ser fuentes de creatividad y energía. La rabia, de motivación, especialmente cuando se trata de enmendar una injusticia o inequidad. Una pena compartida puede unir a distintas personas.
La regulación de las emociones no es lo mismo que el exceso de control, que ahoga los sentimientos y la espontaneidad. En el exceso de control hay un costo físico y mental; las personas que lo experimentan pueden percibir un aumento en los signos de tensión emocional o un alza en la presión arterial. Si esto se hace crónico, puede dañar el pensamiento y deteriorar su desempeño, junto con interferir en sus interacciones sociales. Por el contrario, la competencia emocional implica que podemos elegir la forma de expresar nuestros sentimientos.

QUÉ LES PASA A LOS LÍDERES

La autogestión es esencialmente la intensa motivación que todo líder necesita para alcanzar sus objetivos. Sin embargo, esta habilidad está directamente relacionada con la autoconciencia; si ignoramos lo que sentimos, tendremos dificultades para gestionar nuestras emociones y estaremos indefensos frente a ellas.
En este sentido, la autogestión permite estar lúcido y concentrarse con toda la energía en las tareas propias del liderazgo. En algunos casos, el prestar atención a los sentimientos ayuda a ahorrar tiempo, permite aprovechar más oportunidades y concentrar la energía en la consecución de mejores resultados. Esto es especialmente importante en los líderes, ya que sus emociones se contagian al resto de sus colaboradores con mayor intensidad y frecuencia.
En los ejecutivos, un desempeño superior implica equilibrar sus motivaciones, ambiciones y asertividad con el autocontrol, en pos de las metas organizacionales.

EL LÍDER CONTAGIA AL RESTO

Parte de las funciones esenciales del líder es mantener el control de sus propias emociones.
Los líderes que se ven desbordados por las emociones negativas no pueden movilizar adecuadamente las emociones positivas en los demás.

LA VENTAJA DEL AUTODOMINIO

El experimento de la Universidad de Stanford conocido como “El test de las golosinas” consistía en llevar uno por uno a los niños de cuatro años de la escuela infantil de Stanford a una habitación, donde se les dejaba frente a una golosina encima de una mesa y se les decía: “Ahora debo marcharme y regresaré dentro de unos veinte minutos. Si lo deseas, puedes tomar una golosina, pero si esperas a que vuelva, te daré dos”.
Cuando, catorce años después, estos niños acabaron sus estudios en el instituto, se vieron sometidos a un estudio comparativo entre aquellos que habían cogido inmediatamente el caramelo y aquellos que habían esperado para conseguir otro.
Se demostró que los que no habían sabido dominarse durante la prueba eran más proclives a ser víctimas del estrés, tendían a irritarse y pelearse con más frecuencia y también eran menos capaces de resistirse a las tentaciones en aras de la consecución de un determinado objetivo.
Pero lo más sorprendente fue que los investigadores constataron un efecto inesperado. Quienes supieron resistirse a la tentación obtuvieron una media de 210 puntos (sobre un promedio de 1.600) más elevada en el SAT (examen de acceso a la universidad) que quienes no habían podido resistirse.
Cuando los niños estudiados en Stanford alcanzaron la edad adulta e irrumpieron en el mercado laboral, las diferencias se hicieron más pronunciadas. Al final de la veintena, los que habían sido capaces de superar, en su infancia, la prueba de la golosina seguían demostrando una mayor capacidad intelectual, poseían una mayor atención y concentración, podían establecer y mantener relaciones sinceras, eran más confiables y responsables y poseían un mayor autocontrol ante las posibles frustraciones.
El autocontrol está en la base de varias competencias emocionales:
• Autocontrol: las personas con esta competencia manejan bien sus impulsos y emociones perturbadoras, mantienen la compostura aún en situaciones críticas, piensan con claridad y se mantienen concentradas bajo presión.
• Confiabilidad y meticulosidad: las personas actúan ética e irreprochablemente, construyen lazos de confianza, admiten sus errores y se enfrentan a las acciones reñidas con la ética. También cumplen sus compromisos, se hacen responsables de sus acciones y son organizados y cuidadosos en sus tareas.
• Innovación y adaptabilidad para enfrentar el cambio: buscan nuevas ideas a partir de varias fuentes, se les ocurre soluciones originales a los problemas, generan nuevas ideas, perspectivas novedosas y muchas veces arriesgadas.
Por otro lado, pueden manejar con tranquilidad distintas demandas, cambiar prioridades y efectuar rápidamente los cambios, son flexibles en la forma de ver los eventos.

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