Por Sergio Lotauro*
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Entra el jefe y nos deja una serie de encargos sobre el escritorio, masculla un par de instrucciones al respecto y se retira tan raudamente como llegó. Acto seguido, nos suena el celular: Es nuestra esposa, que nos pide que pasemos por el supermercado de regreso a casa y compremos leche descremada, un frasco de mermelada de durazno, un paquete de jabón en polvo y una botella de lavandina. Tan pronto como cortamos, llega un mensaje de texto; es nuestro terapeuta que nos pregunta si podemos adelantar la sesión del viernes…
Para eso, necesita primero enfocar la atención sobre una actividad, y luego “desengancharla” para pasar a la siguiente. Esto es lo que en neuropsicología se conoce como “capacidad de alternancia” e implica la posibilidad de conmutar la atención, lo que equivale a “saltar” de un estímulo a otro.
Para ello se requiere cierta flexibilidad mental que, para colmo de males, se va deteriorando con el paso del tiempo, a medida que envejecemos, con lo cual se nos hace cada vez más difícil concentrarnos de manera sucesiva en actividades disímiles.
Estoy convencido de que el frenético ritmo de vida al que lenta pero inexorablemente nos hemos acostumbrado a llevar en los inicios del siglo XXI, es en gran medida el responsable de que se haya disparado en forma abrumadora latasa de depresión y trastornos de ansiedad en las sociedades occidentales.
Sin embargo, lejos de sentirnos conectados con los demás, nos sentimos invadidos, vulnerados una y otra vez en nuestra intimidad, atrapados en un círculo vicioso de intrusión permanente.
Tampoco nos permite ahorrar tiempo, aunque sería deseable que así fuera.
No, la tecnología no nos está simplificando la vida, porque su irrupción en el mundo moderno coincide con la instauración del paradigma de la multitarea. Ahora podemos hacer cosas en la mitad del tiempo que en comparación nos tomaba la misma tarea hace unos diez o veinte años, pero también es cierto que cuando terminamos, nos sentimos apremiados a hacer algo más durante el tiempo excedente, y así salimos corriendo a cargarnos con nuevas obligaciones.
La posibilidad de ahorrar tiempo ahora para disfrutar la vida después, ya sea con actividades relajantes o divertidas, es una ilusión, una zanahoria atada al extremo de un palo que nunca logramos alcanzar.
Vivir en una cultura individualista como la nuestra es el caldo de cultivo, la base sólida sobre la que se edifica elparadigma de la multitarea.
“Puedes hacerlo”, “debes ganártelo con el sudor de tu frente” y “hay que dejarlo todo en la cancha” son expresiones que mamamos desde la cuna y que ilustran los mandatos sociales que rigen nuestra vida y que nos hacen creer, erróneamente, que todo depende de nuestro esfuerzo, y que somos los artífices absolutos de todo cuanto tenemos y somos.
Por este camino, entonces resulta fácil pensar, y muy erróneamente, por cierto, que el fracaso es solo para quien lo merece, ya sea por viejo, débil o flojo.
No. El tiempo no es susceptible de ser ahorrado. Si así fuera, los bancos además de ofrecer cajas de ahorro en pesos y en moneda extranjera, es seguro que también ofrecerían cajas de ahorro en tiempo.
La otra gran falencia que promueve la idea de la multitarea es la sensación de que todo cuanto hacemos es imprescindible o tiene el mismo grado de relevancia. Estamos perdiendo la capacidad para discriminar lo importante de lo que no lo es. Nos cuesta ordenar prioridades, todo lo vivimos como si fuera urgente o absolutamente necesario. Corremos de un lado para el otro bajo el embrujo de que todo es esencial, nada en prescindible ni delegable.
Con esto también es posible hacer una analogía con lo que ocurre cuando se llena el disco rígido de la computadora, o se agotan las reservas disponibles de la memoria residente. Llegado ese punto, es cuando todo se ralentiza, los programas empiezan a funcionar con una lentitud pasmosa, aparecen cada vez más seguido los errores de ejecución y las fallas de sistema, hasta que finalmente se vuelve literalmente imposible realizar cualquier tarea que no sea jugar al solitario.
Me ha pasado, y apuesto a que a usted también.
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* Sergio Lotauro es es licenciado en psicología, egresado con diploma de honor y medalla al mérito académico. Luego de su graduación, obtuvo un doctorado en neurociencias cognitivas y se especializó en neuropsicología. Su interés de investigación se centra en el estudio del cerebro y su relación con la conducta, dividiendo su tiempo profesional entre la práctica clínica y la docencia universitaria y de postgrado. Ha publicado papers sobre psicología experimental en revistas especializadas y disertado como invitado en diversos seminarios y congresos a nivel nacional. Es asimismo escritor, asiduo columnista y consultor sobre psicología, neuropsicología y neurociencias cognitivas en publicaciones de divulgación cultural y científica. Te invitamos a leer la ENTREVISTA que le realizamos para la edición Nº 18. Su correo es: consultas@lotauro.com.ar |
domingo, 21 de septiembre de 2014
EL MITO DE LA MULTITAREA
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