lunes, 18 de agosto de 2014

Mindfulness o concentrarse en el momento presente

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La cabeza del señor calvo y rostro sonriente que mostraba, incrustados en su cuero cabelludo, una variedad de clavos, tornillos, un tirabuzón, más un alfiler de gancho atravesando su nariz debería ser recuperada como signo de esta época a pesar de haber sido diseñada en la Argentina de 1925 para publicitar una aspirina, Geniol.
Todos aquellos elementos de tortura, rústicos, por cierto, hoy han sido reemplazados por una serie de estímulos, tecnológicos o no, que operan internamente, con resultados similares. La sonrisa de aquel señor se justifica por la necesidad de promocionar el analgésico. En la actualidad, la sonrisa se impone para demostrar que está todo bien, todo en orden en la cabeza del empleado o directivo, a pesar de estar atravesado por igual cantidad de elementos punzantes.
A partir de este reconocimiento empieza a considerarse lo que se llama mindfulness, es decir, la atención plena, especialmente en las firmas de avanzada como Google, Unilever, Procter & Gamble, Apple, entre otras.
El propio Financial Times señaló que en la City de Londres se están instalando las ventajas de la meditación, ya que la City Mental Health Alliance estimó en unos 32.000 millones de euros las pérdidas anuales por ausentismo, menor productividad y costos de selección de personal.
Esto se debe por la sobrecarga mental a la que se puede estar sometido, y que impide la concentración sobre lo que se hace. Dos académicos, Alberto Ribera, profesor del IESE, y José Luis Guillén, fundador de Social Ventures, realizaron un análisis sobre los beneficios de la atención plena, publicado en el diario La Vanguardia, de Barcelona: "El bombardeo de estímulos, las constantes interrupciones o la creciente presión por hacer más con menos fomentan la dispersión mental y las conductas reactivas entre los directivos. El resultado: mayor ansiedad y estrés, que se traduce en menor productividad".
Aquí es donde encontramos el sentido del mindfulness. "Parece clara su utilidad para liberar la mente de esa sobrecarga que dificulta la concentración y el desempeño. La atención plena (mindfulness) permite potenciar una serie de funciones cognitivas y ejecutivas, favorece un mayor grado de autoconciencia y facilita los procesos de regulación emocional, de modo que capacita al individuo para sustituir las respuestas automáticas por otras más conscientes y, por tanto, más eficientes."
En una escuela de negocios se hizo una encuesta a mil directivos. El 72% presentó un alto nivel de excitabilidad exploratoria (búsqueda constante de la novedad) y 45% un alto grado de impulsividad, denotando "un bajo control de las respuestas y poca predisposición a la reflexión". Todo esto encaja con la ansiedad de poner el foco en los resultados, llegar rápido a la meta sin pensar durante el camino.
Resulta interesante detectar que la composición de la encuesta coincide, no por casualidad, con el arquetipo de ejecutivo o joven profesional que predomina en nuestros tiempos.
Hombres y mujeres que piensen menos y hagan más, y en ese continuo accionar sin pausa se cometen errores, florecen las enfermedades, etcétera, pero para quienes son más sensibles a las cifras tiene un costo de miles de millones de dólares.
Un artículo aparecido en The New York Times, escrito por Maria Konnikova, distingue tres clases de pobreza: la económica, la del tiempo (que siempre falta) y la consecuencia natural de ambas, que es la reducción de los recursos cognitivos.
Es en este punto donde se planta el mindfulness.

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