lunes, 7 de julio de 2014

“Me he olvidado de pensar”

http://www.fundacionpunset.org/apol/18704/me-he-olvidado-de-pensar/

Sí, como lo leéis, me he olvidado de pensar. A mis 21 años, estoy preocupada por el cambio que ha sufrido mi forma de pensar y del rumbo que en consecuencia ha tomado mi vida entera. Hace unos años me caracterizaba por tener una constante inquietud y curiosidad nata por conocer en profundidad el mundo que me rodea. Ahora he notado como he dejado a mi mente adormilarse poco a poco, fruto probablemente de los convencionalismos de la sociedad y la juventud, que me arrastran a vivir el presente sin más preocupación por asuntos trascendentales que la estrictamente necesaria. Basar mi vida entera en temas triviales me está aportando mucha diversión aparente por un lado, pero una gran frustración por el otro. Siento que no soy capaz de sacar el máximo partido a ninguna de mis habilidades y veo mi futuro cada vez más difuso. Me cuesta encontrar en mi entorno personas que me motiven a seguir aprendiendo, no tengo con quien compartir inquietudes, gustos y preocupaciones y me siento realmente fuera de lugar. Además, en esta etapa de mi vida, siento que necesito ayuda porque no sé cómo replantearme la organización de mi vida para compaginar diversión y aprendizaje, porque no quiero convertirme en una persona que en su afán por estar integrada en la sociedad se conforme con rascar sólo la superficie de todos los temas que le preocupan. Me preocupa convertirme en una adulta frustrada.
Responde: Esperanza López
Por lo que cuentas, parece que el ambiente donde te desenvuelves no es suficiente para satisfacer tus deseos e inquietudes sociales. Todos pasamos, a lo largo de nuestra vida, por etapas en las que parece que cambiamos de metas vitales o de valores. Parte del proceso de aprendizaje de una persona inquieta y con deseos de descubrir el mundo, consiste en probar ambientes distintos, conocer a personas diferentes, que por su novedad pueden parecer atractivos, pero que a la larga nos absorben la energía y nos empobrecen personalmente. A veces nos acomodamos en un entorno poco exigente, que nos ofrece diversión fácil y no nos damos cuenta del precio que estamos pagando: abandonar poco a poco las ilusiones y motivaciones que hemos perseguido. Esto va dejando un poso de frustración y tristeza que supone un lastre para actuar de forma eficaz y cambiar nuestra desidia, y por tanto, tendrá efectos negativos en la autoestima.
Eres consciente de lo que te está ocurriendo, esto es ya el primer paso para el cambio. Dices que hace tiempo que no trabajas tus habilidades. Comienza por hacer una lista de las actividades que te gustaban antiguamente, de las que se te daban bien, de las que querías aprender. No importa que ahora no sean tus objetivos principales. Piensa en cuáles elegirías si no sintieras este bloqueo, las que harían que te sintieras satisfecha de ti misma; escríbelas y al lado escribe las dificultades objetivas para llevarlas a cabo. Si las que hay son insalvables, busca otras metas, procurando que sean asequibles, ya que si nos planteamos metas inalcanzables solo sentiremos frustración.
Si no encuentras en tu entorno personas que te estimulen, busca actividades interesantes, así será más fácil conocer a gente interesante. No es necesario que abandones drásticamente tus amigos y actividades actuales; procura que sea un cambio progresivo para que vayan quedando a tu lado, de forma natural, las personas que realmente te aprecien.
Para organizar tu vida, un buen comienzo sería adquirir hábitos saludables: haz ejercicio que te guste, puedes practicar todos los días unos minutos de meditación como disciplina para aprender a centrar tu mente y recargar energía. Recuerda que, como dice el psicólogo Richard Wiseman, “tu comportamiento determina tus sentimientos y no lo contrario”. Si aún así, no consigues centrar tu vida como quieres, no dudes en consultar con un profesional que te ayude a priorizar objetivos. Pedir ayuda puede ser lo más inteligente para salir de los atascos emocionales.
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