Hace ahora unos meses mientras, preparaba la 31 sesión web en la que reflexionaba sobre como extender las dinámicas de trabajo colaborativo a las organizaciones, me encontré con la agradable sorpresa de la existencia de mucho trabajo colaborativo, aunque definido bajo otro tipo de etiqueta. Por ejemplo, la proliferación que han tenido los llamados comités de sabios, grupos de expertos, comisiones de trabajo, etc.
Pues bien, hace unos días tuve la ocasión de entrevistar a uno de estos expertos. Había formado parte de un comité de sabios que recibió un encargo muy complejo y de gran impacto social en Cataluña. En una larga conversación sobre como habian trabajado, me confeso algunas de las vicisitudes por las que había pasado el grupo, señalando las más importantes aquellas relacionadas, no con aspectos cognitivos (iban sobrados), sino con la falta de metodologías eficientes de conducción del grupo. El comité tenía el encargo de aportar conocimiento sobre un determinado tema, debían hacerlo en un periodo de tiempo muy corto y, para ello, se habían elegido a diversos expertos de diversas materias. A preguntas mías sobre si había sido eficiente el proceso, me confesó que, precisamente, las dificultades que habían tenido para acabar el trabajo en el tiempo asignado, habían venido por un déficit metodológico para poder trabajar y ponerse de acuerdo en la construcción conjunta de conocimiento. Añadió que el hecho de ser experto en determinada materia, como es lógico, no otorga ninguna garantía de éxito en la conducción y finalización del compromiso acordado.
Dicho esto, parece una obviedad que cuidar este aspecto tan básico debería ser una prioridad en los promotores de este tipo de fórmulas colaborativas. Si bien, todos coincidimos en que la relevancia y complejidad de los problemas actuales, en esta época de interconexiones, podría ser solucionada a través de la aportación y el conocimiento de todos en procesos deliberativos, no es tan común admitir que para que este resultado se produzca, los grupos deben dotarse de reglas y metodología. Como es sabido, no se trata de adicionar conocimientos sino de establecer negociación y síntesis, entre estos.
Fruto del trabajo de varios años en el programa Compartim apoyando grupos de trabajo colaborativo (comunidades de práctica, grupos de trabajo adhoc, grupos de innovación, etc.) hemos establecido una metodología de apoyo que podéis encontrar aquí.
De todas maneras presentamos 7 aspectos nuevos fruto de esta conversación.
1-Sabia combinación de saberes: complementarios, diversos pero equivalentes. A veces, es frecuente, combinar en un cóctel muchos expertos. En algunos casos se aporta expertise demasiado alejada del centro del debate, con lo cual, al final, supone una carga para el resto de los participantes que han de emplear mucho tiempo en igualar conocimientos.
2- La escucha primero, después el conocimiento. Los expertos en una determinada materia, en ocasiones tienden a escucharse a sí mismos más que al resto. En estos casos se ha de pedir, de entrada, una actitud de aprecio de la expertise ajena.
3- Hoja de ruta visible. Es recomendable avanzar paso a paso y establecer consenso fase a fase.
4-Trabajo back office. Ayuda, enormemente, la presencia de personal de apoyo en aspectos tan básicos como la codificación de conocimiento, la subida de este conocimiento a la nube, los resúmenes, las síntesis adecuadas, etc.
5- El trabajo para casa es indispensable. O lo que es lo mismo, combinar sabiamente el trabajo presencial con el trabajo asíncrono.
6-Orientación a resultados. Un cierto límite temporal y la visibilización del producto futuro ayuda a avanzar.
7- La dosis experiencial dispara la contribución. Las aportaciones experienciales disparan la producción de conocimientos y, si están conducidas sabiamente para incrementarlas – lo que Vygotsky llama zona de desarrollo próximo-, tendremos la máxima eficiencia en las aportaciones de los participantes.
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