sábado, 12 de abril de 2014

Perdón radical

http://ignaciofernandez.blogspot.com/2014/04/perdon-radical.html 

En los libros “La desaparición del universo” y “Tu realidad inmortal” de Gary Renard se expresa una noción de perdón que no conocía. Son libros que tienen un conjunto de supuestos que interpelan algunas de nuestra creencias generalizadas y que nos desafían en nuestra concepción del mundo y de nosotros mismos.

Hay 4 supuestos centrales. Primero. Todos somos hijos de una Fuente original y creadora, perfecta, informe, inmutable, eterna y en expansión, que crea en unidad y mediante el amor. Cada uno puede llamar a esta Fuente como quiera. Aquí la llamaremos Dios.

Segundo.  En algún momento, estos hijos se hicieron la pregunta de si podían ser autónomos de su fuente y “ser como dioses”. En el instante de hacerse esta pregunta surge “la separación” y se crea la división respecto de esta fuente. Se rompe la unidad y surge la dicotomía, el sujeto y objeto. En este “fatídico momento” (como lo llama Renard) se creó la materia, el universo, los seres humanos, el tiempo y el espacio. Parte de esta idea está recogida en el mito bíblico de Adán y Eva.

Tercero. Cuando sucedió la separación, el ser humano se da cuenta de su error y ancla una culpa original por haber traicionado al creador. Se da cuenta que dejó la perfección y que cayó en este mundo atómico y material. Se siente desposeído, desnudo, torpe, traidor,  pequeño y desvalido. Esa culpa es intolerable. Para poder manejarla surgen tres mecanismos: un sistema de pensamiento que arma una interpretación de lo que sucede (el ego), que niega y olvida esta separación y culpa originaria, y la proyecta hacia afuera en la percepción del mundo y las relaciones con los demás. Al proyectarla en otros, los culpables están afuera y yo quedo limpio de ella. Eso es lo que mi ego cree, pues la culpa persiste en el nivel inconsciente.

Cuarto. En el mismo instante de la separación y de crearse el mundo y el ego, Dios, que no concibe la imperfección pues por naturaleza no le es posible, crea el Espíritu, que resuelve automáticamente este error. Esta es la idea más difícil de aceptar pues sus consecuencias son dos: este mundo que vivimos es un sueño, no es real. En el instante de la separación se crea el tiempo, pero Dios lo resuelve y retorna a sus hijos a la perfección, por lo que estaríamos viviendo un sueño del que tenemos que despertar, una película que ya sabemos cómo terminará: volveremos a la casa originaria de nuestra Fuente.

Visto así, estamos atrapados en un mundo ilusorio e irreal, donde nuestra mente se debate y debe elegir entre dos posibilidades: el mundo del ego o el mundo del Espíritu. Si elegimos el ego, daremos realidad al mundo, estableceremos relaciones egóticas de ganar-perder, permaneceremos atrapados por mucho tiempo y retrasaremos el asegurado regreso a la Fuente. Si elegimos el Espíritu, la pregunta es cómo hacemos para retornar a Dios, si ya estamos viviendo en esta película del mundo material. La respuesta de Renard es el perdón, en una noción nueva, diferente a la judeo-cristiana y a la budista.

Al concebirnos cono hijos de Dios “en unidad”, antes de la separación, la caída y el estar atrapados en este sueño del mundo irreal, somos hermanos de los otros por naturaleza. Es decir, somos todos iguales y cometimos el mismo error de querer ser como dioses. El perdón es comprender que en esencia todos somos Espíritu, completos e inocentes, y que todos tenemos en nuestra biografía la culpa primigenia de la separación.

La propuesta es que si entendemos que cada ser humano vive esto, el perdón no es por los actos posteriores que realiza “en el mundo”, sino por su error original. O si se prefiere, ¿ante mi error original, cómo me gustaría ser tratado? Con infinito amor y compasión, con perdón, tal como el padre del hijo pródigo. Este deseo que aplica para mí, se aplica a toda la raza humana.

Para ser perdonado y enmendar el error original y la culpa asociada, el mecanismo es perdonar a los demás, por el solo hecho de ser hermanos en la perfección y en el error de separación. Como el mundo sería un sueño ilusorio, los actos de la persona no tienen mayor incidencia. Sería como enojarse por ver comportamientos negativos en una película.

Gary Renard insiste muchas veces en que el sentido de esta existencia humana “en el sueño del mundo” es perdonar, perdonar y perdonar. Entender que ante cada perturbación, molestia o discordia tengo la oportunidad de perdonar a otros para perdonarme a mi mismo, deshacer el ego y acelerar el camino de regreso a casa.

Este es el perdón radical, el que va a la raíz del problema (la separación), en el origen del quiebre entre nuestra perfección y nuestra caída. Para volver hay que perdonar sistemáticamente. Renard propone una noción de la vida, del origen, del mundo y del universo que rompe el paradigma humano general y desafía a nuestra mente a acogerlo, procesarlo y comprobarlo. Radicalmente.

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