viernes, 11 de abril de 2014

La esperanza está en transformar nuestra mente.

http://enbuscadeantares.com/2014/04/11/la-esperanza-esta-en-transformar-nuestra-mente/ 
“Identifican a adolescente que apuñaló a 22 en escuela de Pensilvania”…”Dictan formal prisión a joven que aventó a compañero en Metro Copilco”…”Suman 12 normalistas lesionados tras embate de camioneta en Morelia”…”Entrevista con la mujer que arrollo a un Policía Municipal”.
Social engineering
Algo está mal en el mundo; en nuestro país; en nuestro estado. Y no me malentiendan, desde la recolección de mis primeros recuerdos el mundo siempre ha estado en conflicto; una guerra por aquí,  un acto terrorista por allá y una revolución civil por acullá; esa ha sido una constante en la historia de la humanidad.
Sin embargo, de un tiempo acá (ya considerable) creo que han empezado a aflorar hechos como con los que inicie este texto. En donde no es una nación, una etnia o un grupo los que luchan por la libertad, la supervivencia, un territorio o una ideología, sino individuos “normales” (estudiantes, señores, mamás) que en su vida cotidiana pierden total noción de la realidad, sufren un ataque de neurosis y son víctimas de la aversión y de la confusión.
Por supuesto que con lo anterior no pretendo justificar otros actos de violencia—“las guerras siempre serán detestables”—, pero si me llama la atención lo enferma que está nuestra mente para que un día de escuela, una discusión con un compañero de la universidad, un bloqueo de calles y una infracción, terminen en tragedia.
Lamentablemente lo anterior nos refleja que los seres humanos seguimos entrenando nuestra mente para vivir bajo la sombra del sufrimiento y la insatisfacción: “entrenados a tener celos, a aferrar, a sentir angustia, tristeza, desesperación, codicia; entrenados a encolerizarnos ante cualquier provocación….Así pues, todo depende de nuestro entrenamiento y del poder de los hábitos”Sogyal Rimpoché
Y entonces, ¿qué puede derivar de un mundo así?
En una palabra, la respuesta es: CAOS.
Lo anterior, hasta cierto punto es normal. Y es que durante 200 Mil años, nuestra especie pasó por un lento proceso de evolución biológica que le permitió adaptarse lentamente a los cambios que el entorno natural le presentaba. No obstante, los últimos 150 años han exigido al ser humano un enorme esfuerzo para evolucionar rápida, consciente y psicológicamente en pos, no solo sobrevivir, sino florecer en un mundo extremadamente cambiante. Y es que la ciencia, la tecnología y el propio comportamiento humano han propiciado vertiginosos cambios en el entorno social y natural como nunca antes en la historia.
Sin embargo, los enfoques a esta nueva adaptación no parecen ser los más adecuados y el incremento de las enfermedades relacionadas con la salud mental en los últimos años—de donde se derivan comportamiento como los de los titulares al inicio de este artículo— sin duda desnudan una crisis mundial que lejos de ver el fin se acentúa, se arraiga y se propaga.
Es así que se hace evidente que el porvenir de la humanidad no se antoja prometedor, pero como “todo cambia”, hay algo positivo dentro de todo esto: existe la posibilidad de reconfigurar nuestra mente, particularmente a través de la meditación.
Muchas personas me preguntan que por qué me interesé en estudiar budismo tibetano y en aprender a meditar. Y hay varias respuestas, pero quizá hasta hace un par de semanas (cuando inicié un curso sobre budismo y psicología moderna)  encontré una (en palabras del profesor) que me hizo mucho sentido (en otra ocasión les contaré porqué):
“Algo que me gusta del budismo es que es una especie de rebelión contra la selección natural…va en oposición a cierta lógica a través de la cual la selección natural conformó nuestro cerebro”Robert Wright 
Es así, que estoy convencido (no solo porque hay importante evidencia científica que lo respalda, sino que también lo he ido experimentando a poco a poco) que a través de la meditación (una herramienta fundamental para esta milenaria tradición espiritual, pero no exclusiva), todos podemos cambiar nuestros hábitos y tendencias.
Evidentemente no espero que mentes ya muy desequilibradas comiencen a meditar—así como si dentro de las penas que tengan que cumplir los protagonistas de las noticias iniciales, los jueces les impongan 200 horas de meditación—, pero lo que sí espero es que poco a poco se vayan rompiendo los mitos y barreras culturales o religiosas alrededor de esta práctica introspectiva. Y quien sabe, quizá algún día también pueda llegar la meditación a los sistemas de educación y entonces sí podríamos esperar un verdadero cambio en el mundo.
Si le enseñamos meditación a cada niño de ocho años, eliminaríamos la violencia del mundo, en una sola generación” Dalai Lama.

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