miércoles, 16 de abril de 2014

Dos formas de optimizar la forma en que nuestros cerebros se adaptan a la era internet

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Llamamos neuroplasticidad a la capacidad de nuestros cerebros, incluso la tendencia a adaptarse a los cambios en el ambiente. Lo primero que cambia con las tecnologías, hemos dicho muchas veces aquí, somos las personas, que si pensamos en la cognición, nos vemos en la necesidad de adaptarnos a un entorno informativo mucho más amplio y complejo que antes.
Hemos publicado antes listados de estos cambios pero algunas lecturas recientes hacen necesario que los ampliemos ahora con algunos puntos adicionales.  Hablaremos en algún caso sobre el desarrollo cognitivo que se está produciendo para adaptarnos a los nuevos ecosistemas de información abundante pero también sobre cómo potenciar algunos aspectos que se están perdiendo pero sería interesante conservar. 

1. Problemas con los patrones de sueño.
Parece que no ocurre como con los libros analógicos: los dispositivos electrónicos con sus pantallas luminosas, no ayudan a conciliar el sueño sino todo lo contrario.  Necesitamos, de forma biológica y poco moldeable, oscuridad para dormir. Las luces que emiten laptops, ebooks, etc. confunden al cerebro indicándole que es de día y dificultando el sueño.
También aparece el denominado FOMO (fear of missing out, miedo a quedar fuera), provocando síntomas de ansiedad, inadecuación, irritación, etc.  cuando estamos desconectados.  Como siempre el mismo aspecto puede verse en positivo, como lo hacía un libro reciente, que relacionaba la hiperconectividad  con la adaptación de las generaciones de los Millenial al mundo del trabajo de generaciones anteriores.  Las nuevas generaciones, distintas de sus actuales jefes de generaciones X o Y (más impulsivas, necesitadas de gratificaciones inmediatas), no distinguen de forma tan clara tiempos de trabajo y ocio, ofreciendo ventajas a sus empleadores.
Esto último también puede ser un problema, provocando que en algunos países, como Francia, Alemania, etc. se estén prohibiendo desde la legislación laboral cosas como la revisión del correo electrónico (hablo del tema mañana por la noche en Cadena SER). Me parece absurdo esto último pero tengo claro que es una asignatura pendiente, una nueva competencia para el ciudadano del S. XXI la educación de la desconexión.
 


2. Memoria, atención, también limitadas.
Hemos tratado antes este aspecto pero lo destacamos de nuevo por su importancia. Está claro que nuestra memoria enciclopédica, de almacenamiento de datos, está cambiando cuando podemos cumplir esas funciones a través de dispositivos electrónicos. Somos cyborgs sin posible vuelta atrás en ese aspecto, no solo desde la aparición de internet sino desde la invención de la escritura. Se cuenta que Sócrates ya dijo a Platón en su momento que tenía sus dudas acerca de que la escritura fuese buena para preservar las capacidades humanas: íbamos a perder memoria si escribíamos lo que antes almacenábamos en nuestros cerebros.
Se ve favorecida, sin embargo, la memoria de trabajo, aquella que con todos los datos almacenados dentro y fuera de nuestros cerebros, opera con ellos para resolver o crear cuestiones. Creatividad, innovación, derivan de esta y empiezan a diferenciar a las nuevas generaciones de las anteriores de una forma drástica. Tenemos ahora, más que en ningún otro momento en la historia, la capacidad de reinventarnos a nosotros mismos y al mundo, no tanto a imagen y semejanza de nuestros predecesores sino a partir de nuevas formas de creatividad.
También la atención se ha visto afectada, con internet reduciendo los intervalos en los que somos capaces de mantenerla. Leer libros durante largos periodos de tiempo ha dejado de ser la norma para dar lugar a lecturas en diagonal que intentan extraer lo esencial, perdiendo en profundidad y reflexión acerca de lo que se lee. Dedicamos un punto completo a este aspecto pero quiero recordar aquí que parece que la falta de concentración, sobre todo en multitarea, la dificultad en concentrarnos cuando cambiamos de una tarea a otra, parece ser una deficiencia de adultos. Los jóvenes, si bien no prestan atención durante demasiado tiempo a ninguna actividad de las muchas que suelen llevar entre manos a la vez, sí son capaces de hacer el “switch”, el cambio de atención desde una a otra cuestión, de forma más rápida y efectiva que los no alfabetizados en el mundo digital.

3. Leemos distinto: preservando las 2 formas de leer.
La lectura en diagonal resulta adaptativa en momentos de sobrecarga informativa, compitiendo con las formas tradicionales, indudablemente más profundas. Nos lo explica Maryanne Wolf, autora del libro  “Proust and the Squid: The Story and Science of the Reading Brain”:  La lectura tradicional (slow reading), lo tiene complicado en el reino del individuo conectado, así que tendremos que adoptar estrategias especiales si queremos conservarla.
No va a ocurrir de forma automática. Nuestros cerebros, de hecho, no están especialmente diseñados para la lectura. No existen orígenes genéticos de la lectura como sí parecemos tenerlos para la visión o el lenguaje. Debemos considerarla una tecnología, una invención humana desde los jeroglíficos egipcios al alfabeto fenicio, pasando por Gutenberg y la imprenta o la actual digitalización.
Nuestros cerebros se adaptaron en su momento a la lectura lineal, apoyada en la localización física de los conceptos que proporcionaban papiros, libros, etc. Esto último se considera todavía, de hecho, una ventaja del papel sobre el e-book. Pero en Internet el tema cambia,  la lectura se convierte en no-lineal (escaneo rápido, búsqueda de palabras clave, lectura en diagonal, etc.), afectando a la forma en que consumimos cualquier tipo de medio.
Parece, además, que no somos demasiado conscientes de ello. Un estudio de 2012 con jóvenes demostraba que la comprensión de textos ante una pantalla o ante el papel cambia y aunque creemos que somos mejores cuando leemos ante una pantalla bajo presión temporal, no es así, resultando el papel objetivamente mejor.
En fin… no estamos diciendo que debamos limitar la lectura digital sino, como decíamos al principio del artículo, que las dos formas de lectura pueden ser complementarias y adaptativas para distintas situaciones.   Apostar por la lectura bimodal, reaprender a leer “lento”, comenta Wolf, en la línea de entrenar la desconexión que también preconizamos aquí, resulta una prioridad importante hoy.

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