miércoles, 24 de abril de 2013

PSIKÉ

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“Cuando mi sufrimiento se incrementó,
pronto me di cuenta de que había dos maneras
con las que podía responder a la situación:
reaccionar con amargura o transformar
el sufrimiento en una fuerza creativa.
Elegí esta última.”
MARTIN LUTHER KING

“La esperanza tiene dos preciosos hijos:
sus nombres son enfado y valor;
enfado al ver cómo son las cosas
y valor para no permitir que continúen así.”
SAN AGUSTÍN


Estas dos citas, magníficas, sobre nuestra capacidad de tirar adelante en situaciones críticas convocando nuestra fuerza interior y nuestro valor, forman parte del colofón final (una selección de aforismos sobre la felicidad, el amor, la transformación y el coraje) de “El Laberinto de la Felicidad” (ya disponible también como appbook), que escribí hace ya casi seis años junto con mi amigo Francesc Miralles. Y quiero reproducir aquí uno de los fragmentos del relato, que dice así:
“Los pasajeros bajaron con parsimonia de los vagones, algunos cargados con enormes bultos, y cruzaron el andén hasta salir al sembrado. Allí empezaron a hacer cola delante de lo que parecía un espantapájaros. Sin embargo, a su alrededor volaban bulliciosas docenas de aves grandes y pequeñas.
Ariadna se puso en la cola de aquella insólita procesión, mientras se preguntaba cómo era posible que aquel monigote fuera tan poco eficaz a la hora de asustar las aves.
Todos los pasajeros parecían entusiasmados ante la perspectiva de visitar el espantapájaros, aunque lo cierto era que una vez a su lado se limitaban a mirarlo unos segundos y luego regresaban por donde habían venido.
Cuando le llegó el turno a Ariadna, se quedó pasmada al ver que aquellos palos no soportaban un monigote relleno de paja, sino un hombre de verdad que sonreía bajo su sombrero de ala ancha. A su alrededor, decenas de aves revoloteaban piando escandalosamente.
-¿Qué hace usted ahí? -le preguntó ella- ¿No se da cuenta de que no asusta a los pájaros?
-Es que no quiero asustarlos. Soy un atraepájaros.
-¿Atraepájaros? No sabía que existiera algo así.
-Que no sepas algo no significa que no exista -explico él-. Además, ¿no te has fijado en el nombre de la estación?
-Sí: Espantamiedos.
-Pues ahora ya sabes por qué estoy aquí.
-¿Para espantar el miedo de los pájaros? ¡Qué tontería!
-No sólo de los pájaros, también el de las personas. Fue idea del Maestro Obelisco.
-¿Quién es ese?
-Él me contó el verdadero significado del espantapájaros. Es cierto que al principio asusta a las aves, porque se asemeja a un labrador que puede intentar matarlas para que no se coman las semillas. Sin embargo, cuando vencen el temor llega la oportunidad, ya que el espantapájaros señala justamente el lugar donde pueden encontrar alimento. ¿No es fabuloso? Bajo nuestros miedos se encuentra el tesoro que andamos buscando.
-Es una manera muy original de verlo.
-Así habló el Maestro Obelisco: el miedo es el medio.
-¿Por qué el medio?
-Es el medio de encontrar lo que necesitas. Pero primero deberás abrir la puerta del miedo: ella te llevará a lo que más secretamente anhelas.
-Entonces el miedo es una oportunidad.
-Sí, porque te permite conocer lo que estás buscando. Te pondré un ejemplo muy claro: el miedo a la muerte. Las personas a las que les aterra la idea de morir en realidad tienen un gran anhelo de vida, pero no se atreven a vivirla según les dicta su corazón. Por eso temen morir: porque les causa amargura abandonar este mundo sin haber cumplido con su misión.
-¿Y si no saben cuál es su misión? ¡No es tan fácil encontrar el sentido de la vida! -protestó enérgicamente Ariadna-. ¡Llevo cuatro días aquí y ni siquiera he logrado hallar el centro del laberinto!
-El miedo es el medio -repitió el atraepájaros como toda respuesta-. Déjate instruir por él y encontrarás las semillas.
Dicho esto, se despidió de ella levantando su sombrero de paja.
Y Ariadna prosiguió su viaje por el laberinto, atenta y despierta para ver, por un lado, si era capaz de vencer sus miedos y, por otro, encontraba a la mariposa que la guiaría a la salida del mismo, según rezaba la leyenda.”

Símbolo del alma, de la vida, del aliento vital, la mariposa es metáfora de resurrección, renacimiento, inmortalidad y transformación. También lo es de libertad.
Por otro lado, la presencia de mariposas en un entorno natural es un indicador de la salud ecológica de ese entorno. Ya que debido a su fragilidad, las mariposas son elocuentes indicadores de ausencia de contaminación y de buena conservación de biodiversidad. Precisamente por ello, cuando se deteriora un ecosistema, son de los primeros seres vivos que desaparecen. Bellas, sensibles y frágiles, no mienten. Están donde está la salud, la diversidad, la vida y la belleza. Ahora que todo nace, en primavera, es una alegría volverlas a encontrar y, para los que somos padres, poder constatar la sorpresa y fascinación que despiertan en nuestros pequeños.
Curiosamente, en griego clásico la palabra psiké significa alma, fuerza vital, y también mariposa, y el verbo psycho significa “soplar”. Aliento de vida, soplo de esperanza, la mariposa es el símbolo del alma libre, sana y feliz. Curiosidad etimológica, por ejemplo, la palabra psicología, significa el estudio (logos) del alma (psique).
Quizás por ello, la buena gente tiene el alma (psiké) como una mariposa (psiké, también), delicada, bella, sensible. Y quizás también, los miedos que vivimos en esta vida son como los muros de un laberinto en el que nos sentimos prisioneros. El laberinto, símbolo del alma apresada en muros construidos a base de miedos. La mariposa, símbolo del alma libre que vuela sobre esos muros con el impulso de la fuerza que nos da el amor a la vida.

Sí, el miedo es el medio como decía el Maestro Obelisco.

Y la mariposa… eres tú. Vale la pena recordarlo, Psiké: alma, fuerza vital, mariposa.

Besos y abrazos,

Álex

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